Extracto de su libro el Perfume del Silencio:
Pregunta para Francis: “¿Podrías decir algo más sobre estas dos distintas formas de volver a nuestra verdadera naturaleza, una a través del pensamiento y la otra del a través del sentimiento, y de los obstáculos que encontramos? “
Contestación de Francis: Cuando notes que estás involucrado en pensamientos repetitivos, simplemente obsérvalo. No te juzgues a ti mismo. No hay nadie a quien juzgar. Es solo un fenómeno natural que surge.
De forma similar, el reconocerlo es otro fenómeno natural. No hay nadie que juzgue o a quien juzgar. Entrega tanto al juez como al que es juzgado a la presencia en la que aparecen. Vive con lo que trae el momento, fresco y nuevo, sea lo que sea. Deja que fluya a través de ti, permitiendo que cada cosa que aparece sea libremente remplazada por la siguiente. No te apegues a ninguna de estas apariciones.
La expulsión del Jardín del Edén ocurre cuando nos vemos atraídos y nos involucramos con los objetos, olvidando nuestro verdadero centro, la presencia.
Cuando nos apegamos a los objetos, bien porque queramos conservarlos o librarnos de ellos, volvemos a ser expulsados del Jardín.
Los objetos son la tentación del diablo. Cuando nos desapegamos de los objetos volvemos al Jardín. A nivel de sensaciones corporales, podemos descubrir que estamos apegados a un gran sentimiento o a una gran sensación.
Generalmente esto ocurre porque, implícita o explícitamente, queremos librarnos de ella y por lo tanto consciente o inconscientemente estamos enfocándonos en ellos. De esta forma, nuestra atención queda cautiva de este sentimiento particular. Hemos caído en la trampa del diablo.
Simplemente el reconocimiento de que hemos caído en la trampa, nos libera de ella. Si hay pensamiento repetitivo, deja que encuentre su propia resolución. Al no alimentar esta dinámica, su inercia se irá, simplemente, disipando.
Es como cuando subes una cuesta en bici: si dejas de hacer esfuerzo, la inercia se va debilitando y acabas parándote. Es lo mismo aquí. Deja de añadir energía al proceso de pensamiento mediante la creencia en el mito de un ser separado.
Cuando la agitación del pensamiento disminuye, el nivel del sentimiento se hace más evidente. Este es el momento de ser valientes porque algunos de los sentimientos que afloran pueden resultar abrumadores. Sin embargo, son solo sentimientos. De hecho son solo sensaciones corporales con un “mí” adscrito a ellas. Si las dejamos tranquilamente hacer su trabajo, el nivel “mí” se desapegan solo por sí mismas. Pierden su “mi-idad” y también, por la misma razón, su mezquindad. Se vuelven mas dóciles, mansas, presentables, civilizadas.
Dejan de ser un problema. Podemos vivir con ellas. Podemos tener una vida a pesar de ellas. El principal obstáculo es querer librarse de estos sentimientos, eliminarlos. Esa es la trampa del camino gradual. No tiene final. En el momento en que, como resultado de querer librarnos de él, quedamos hipnotizados por un sentimiento, estamos atascados. Permanecemos atascados a ese nivel hasta que abandonamos el deseo de librarnos de ello.
Podemos estar ahí durante años o una fracción de segundo, que es lo mismo que no estar ahí en absoluto. Es nuestra elección. Si nos atascamos mucho tiempo con cada sentimiento que encontramos, el camino no tiene fin. Entiende que es verdaderamente nuestra elección quedarnos o no atascados con cada sentimiento que encontramos. No es algo que nos venga impuesto. Es algo que nos imponemos a nosotros mismos. Lo hacemos porque nos gusta.
Por ejemplo, si alguien está enfadado y quiere perpetuar su enfado y expresarlo, es solo porque lo disfruta. En la meditación, todo resulta magnificado. Todo queda bajo el microscopio. Todo se hace más evidente, porque estamos en el laboratorio.
Es un gran alivio cuando tomamos el camino directo, cuando por fin dejamos de intentar librarnos de los sentimientos, que es tan trabajoso. No hay que hacer nada con estos sentimientos. Podemos divorciarnos de ellos en cualquier momento. De hecho ni siquiera estamos casados con ellos.
Cuando entendemos esto, nos damos cuenta de que, por la misma razón, no tenemos que ir sentimiento a sentimiento. Podemos abandonarlos, entregarlos todos juntos, al por mayor, y simplemente quedarnos en el ser. Si los sentimientos están presentes, están presentes. Si se quieren ir, se van. No tenemos nada que ver con ellos, ningún interés oculto.
Permanecemos en el ser. El ser es un mundo diferente, otra dimensión, a la que los sentimientos no tienen acceso. Esa es la razón por la cual ninguna manipulación de los sentimientos podrá nunca llevarnos al ser. Igual que podemos atravesar el pensamiento repetitivo e ir directamente al sentimiento subyacente, podemos atravesar la capa de sentimientos, sin más, y volver al ser.
Sitúate como consciencia, no importa lo que pase. Si nos situamos en el ser, generalmente al principio se producirá una gran convulsión. Habrá una revuelta, un alboroto. Sin embargo, mantente fuerte, con valentía y firme porque al final los sentimientos pierden.
Gradualmente y de forma milagrosa las cosas se arreglarán solas. En el momento en el que nos situamos en el ser, abrimos las puertas de la armonía.
Al principio hay un montón de presión. Hay un gran flujo de energía a través de estas puertas, pero el flujo se mueve en la dirección correcta. No te desanimes pensando que no estás consiguiendo el resultado objetivo esperado. No es así como ocurre. Los resultados no provienen de los objetos. El Ser es un mundo distinto, otra dimensión.