Friday, January 11, 2019

Disfrutar la Fragancia de Una Rosa Aun Sabiendo Que Se Va a Marchitar

Hay personas que le aterroriza abrirse a amar a alguien por el temor de perder eso que tanto “aman” y por consiguiente sufrir. El problema aquí es que con ese ejemplo no sé está hablando del verdadero amor. Inclusive, ni siquiera se está amando.

El amor desde el punto de vista de la condición humana es apego, es adueñamiento. Y como en el mundo nada es permanente eso que tanto “amo” en cualquier momento lo puedo “perder”. Esa falsa premisa es la que no permite que se puede abrir uno, no al amor que tiene sino al amor que uno es. Es una tesitura muy complicada para la mente condicionada a la creencia de que soy un cuerpo separado de otros cuerpos, pues quiero sentirme amado, pero no puedo abrirme a amar por el miedo a sentirme herido y por eso me niego la experiencia del amor.

La pregunta que ahora surge es, ¿y cómo puedo abrirme a ese amor? Honestamente, dado que la palabra amor está tan cargada de significado asociada con sentimientos de placer, etc., yo preferiría sustituirla por la palabra paz. Pero voy a continuar utilizando la palabra amor para efectos de este escrito solo que recuerden que de lo que estoy hablando es de paz. Pues lo que me ha servido es observar cuánto sufrimiento experimento al no querer abrirme a ese amor. Eso, por lo menos da pie al trabajo.

Solo que como el miedo es lo que está surgiendo en la mente dada la gran resistencia al amor, en ocasiones el proceso de apertura al amor puede experimentarse como muy doloroso. Pero el amor, ni el abrirse al amor es doloroso ya que si ese fuese el caso no tendría sentido abrirse al proceso. Lo que es dolorosísimo es el aferramiento tan profundo que hay al sistema de pensamientos del miedo, que es simplemente lo que creemos es nuestra identidad.

Partiendo de la creencia de que soy una “persona”, que de por si es el único problema, por ejemplo, si tengo muy arraigado como mi identidad el deseo de sufrimiento, cuando empiezo a abrirme a este camino, el no querer, inconscientemente, soltar ese sentido de identidad es lo que hace que el proceso sea tan doloroso. Porque créalo o no, derivo un gran valor en sostener esa identidad. La utilizo, como casi todos, para justificar un autocastigo por no sentirme merecedor de amor. A partir de ahí, cada uno tendrá su manera “especial” para utilizar ese deseo de sentirse como víctima sufriente en la forma en que su condicionamiento así lo dicte. Algunas personas lo utilizarán para generar atención, otras para querer castigar a “otros”, pero la justificación, sea cual sea es totalmente irrelevante.

Lo importante es, una vez que se toma consciencia de ello, y el deseo profundo es la paz, la vida me continuará presentando experiencias para que pueda mirar los obstáculos a ese deseo de manera que puedan ser deshechos, y pueda vivir en amor. Según esa comprensión se va integrando se puede observar como la tendencia es a querer amarlo todo, sin miedo a perdida ya que se empieza a ser cada vez mas consciente de ese amor interno que permanece siempre. Y el objeto (pareja, o lo que sea) al que se le extiende ese amor pueda que se vaya o pueda que se quede. Pero es irrelevante porque el objeto no es la fuente de amor. El amor como fuente es aquello permanente en nosotros que se extiende.

En una reciente conversación que Fayna y yo tuvimos, ella dijo, “Es como una Rosa que cuando se abre emite una fragancia. Pero para poder disfrutar de esa fragancia primero tienes que plantar la semilla y muy amorosamente cuidar de ella, sabiendo de antemano que la Rosa en su momento se va ha marchitar. Si el amor que se siente por esa Rosa fuese el “amor” humano, mejor sería no plantarla para evitar el dolor que tendría lugar cuando se pierda al marchitarse dado que se ha hecho de la Rosa nuestra fuente de amor. Si por el contrario tengo presente en todo momento el amor interno como mi fuente permanente, se puede disfrutar de lo que sería amar esa Rosa dentro de la condición humana, libre de miedo, sabiendo que cuando se marchite el amor permanece. Y el regalo que me pude dar mientras la Rosa estaba presente era poder disfrutar de su fragancia.”