Hay una creencia muy popular que dice que el tiempo lo
cura todo. En mi experiencia no he visto que esto haya sido así. Por
consiguiente, me gustaría elaborar un poco sobre el tema. En el ámbito de las
relaciones de pareja, que es a la que generalmente esa frase se le adjudica,
cuando hay una ruptura, una separación, digamos, dolorosa, una persona que no
es consciente lo que intenta es olvidar. Y durante ese tiempo que se encuentra
sola, para evadir esos sentimientos dolorosos que salen a la superficie, intenta
distraerse.
La forma de distraerse difiere en cada persona. Algunas
salen con las amistades. Otras se van de fiesta, vacaciones, otras se ahogan en
alcohol, drogas, o buscan placer en relaciones pasajeras, etc. Otras pueda que
busquen terapia, sólo que quizá es la terapia convencional donde se sientan en
un colchón y simplemente hablan para desahogarse. Y también existe la
posibilidad de que aparezca otra relación con la que intentan tapar el dolor de
la previa, sólo que, tarde o temprano, el condicionamiento escondido aflora y
el círculo vicioso se repite generando más frustración, dolor y autoengaño.
Imaginándonos que la persona no se envuelve en otra
relación por un tiempo, pero utilizo el tiempo que estaba sola para distraerse,
para “olvidar”, pueda que esos sentimientos hacia la persona con quien estaba
se hayan calmado de tal manera que si se encontrase con esa persona en un
futuro puede establecerse una amistad. Es ahí donde creemos que el tiempo ha
curado algo. Pero en realidad, todo lo que el tiempo ha hecho es esconder esos
miedos profundos en el inconsciente.
Cuando la persona cree que ha “sanado” y dice que está
lista para una relación, y la vida se la presenta, aunque quiera intimar, en
realidad pone una barrera, una coraza para asegurarse que no será herida de
nuevo. Eso, obviamente, pone una restricción a la relación que la otra persona,
tarde o temprano, la siente. Luego uno dice, “voy a empezar a abrir mi corazón
hacia ti, pero lo hago cautelosamente para evitar que pueda ser herida como una
vez lo fui”. Esto me recuerda una relación que tuve hace años atrás, claro, yo
estaba muy inconsciente en ese tiempo, pero ella me preguntó, ¿es seguro
enamorarme de ti? Y yo le dije que sí porque no quería "perderla".
Pero el desastre que tuvo lugar finalmente era inevitable.
Continuando con el relato, esa persona qué cree estarse
"abriendo", está simplemente tanteando el terreno para asegurarse que
pueda sentirse “segura”. ¿Porque se siente de esa manera? Porque las heridas
que creía haber "sanado" están ahí latentes listas para surgir de
nuevo.
Una vez que la persona se envuelve en la relación, y el
conflicto surge, y a raíz de ello se experimenta otra separación dolorosa,
después de un sinnúmero de esas experiencias, en algunas ocasiones las personas
empiezan a generalizar las relaciones diciendo, “las mujeres son…” o “los
hombres son…”, o “yo no sirvo para estar relaciones….”, o “las relaciones son
dolorosas…”, y así sucesivamente.
¿Cómo entonces el miedo a las relaciones, o a
relacionarse puede ser superado? La respuesta es, amando, no “olvidando”. ¿Pero
amar qué? ¡El dolor! En otras palabras, lo que toda relación nos ofrece es el
regalo de poder mirar los obstáculos escondidos al amor que hemos albergado en
el inconsciente. Esto es lo opuesto al propósito que el miedo tiene para las
relaciones. El miedo busca una relación para “completarse”, para “sentirse
pleno”, para “llenar” un vacío, mientras que el amor utiliza las relaciones
para reconocerse como amor. No busca nada de ellas, no exige nada de ellas,
simplemente se abre a ellas para amar.
Entonces, digamos que surge una ruptura de relación, una
separación que pueda experimentarse como muy dolorosa. ¿Cómo una persona
consciente abordar esta experiencia? Lo primero que hace es, toma completa
responsabilidad de lo que siente, sin culpar a la otra persona. Este paso es el
más importante. Porque esto abre el espacio para atreverse a mirar el
condicionamiento inconsciente que esa persona a estado permitiendo que rija su
vida.
Ahora viene el proceso más difícil, pero a su vez, es la
puerta de salida. Cuando la persona se encuentra sola, en vez de buscar la
manera de distraerse, utiliza ese espacio para meterse de lleno en esos
sentimientos que surgen, sin justificarlos de ninguna manera. Es una manera de
entrar en ese oscuro abismo, y sentir en su totalidad esos sentimientos, que de
nuevo, al tener tanto terror a sentirlos, la persona busca, a toda costa, la
manera de distraerse. El regalo de ese trabajo es que esos sentires son
simplemente memorias escondidas que no tienen qué tener ningún tipo de
justificación, son sólo memorias que se expresan o se experimentan a través de
sentimientos, que al ser abrazadas, que al ser amadas, pueden ser desintegradas
ante la luz del amor.
Como podemos ver, no hay intelectualización, no hay
conceptuación, no hay que “entender” el “por qué” de nada. Lo que hay es un
sentimiento crudo y profundo, que, al poder ser sentido, libera la mente de
todo el condicionamiento que paradójicamente, en un principio, es lo que nos
llevaba a buscar una relación que nos “diese” lo que no podíamos darnos a
nosotros mismos.
Si la persona utiliza todo su tiempo libre para mirar
todos esos sentires que surgen, todas esas memorias que surgen, se libera de
tal manera, que lo que está haciendo es llenándose a su mismo de amor. No de un
“amor externo”, sino de su propio amor suprimido e ignorado.
Ahora se da cuenta que el regalo más grande que le había
ofrecido su relación fue sacar a la superficie todas esas memorias escondidas,
todo ese miedo enterrado, para poder ser liberado y sanado. Ahora que la
persona a empezado a contactar con su amor propio, a raíz de atravesando todas
esas capas escondidas de miedo, algo muy curioso sucede; no se encuentra
necesitada de una relación. Sin embargo, está abierta a la posibilidad de que
si la vida la pone en una tesitura de relación, aprende ahora a relacionarse
con la otra persona desde un espacio de amor y no carencia. No se relaciona
desde el deseo de buscar algo que le “falta”, sino más bien, se relaciona con
el deseo de compartir y extender lo que esa persona ¡ya es!
Como podemos ver, el tiempo, en este caso, no fue el que
"curó" nada. El tiempo fue el que se utilizó para mirar profundamente
aquello que teníamos tanto terror de mirar. Reconozco que para algunas personas
puedan haber memorias escondidas que sean tan dolorosas que el miedo a sentir
pueda que les supere. Mi experiencia, no obstante, ha sido que si mi intención
y deseo profundo es de sanar, o para utilizar un lenguaje con el que estoy muy
familiarizado, perdonar, la vida, o el amor, va a sacar a la superficie las
memorias o sentimientos qué esté listo para mirar.
Y aunque algunos de esos sentimientos y memorias hayan
sido bastante dolorosas, nunca se me presentó nada que en ese momento no
pudiese superar. Una vez que se aprende a mirar, y se experimentan los
resultados directos del proceso mismo, un cambio de actitud hacia el sentir
empieza tener lugar en el que el miedo a sentir se cae. Y ahora, todo es
bienvenido. Porque la vida, por experiencia, nos ha mostrado el beneficio de
poder atravesar esas nubes, y que no hay nube que no nos pueda superar.
Para las personas familiarizadas con las enseñanzas de Un
curso de Milagros, lo que acabo de compartir puede resumirse en este párrafo:
“Escapar de la oscuridad comprende dos etapas: Primera, el reconocimiento de
que la oscuridad no puede ocultar nada. Este paso generalmente da miedo.
Segunda, el reconocimiento de que no hay nada que desees ocultar aunque
pudieses hacerlo. Este paso te libera del miedo. Cuando ya no estés dispuesto a
ocultar nada, no sólo estarás dispuesto a entrar en comunión, sino que entenderás
también lo que es la dicha y la paz.” T-1.IV.1:1-5
Para los simpatizantes de la Biblia sería: "Aunque
pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás
conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento." [Samos 23:4] "13 Entrad
por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que
lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es
la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la
hallan." [Mateo 7:13-14]
Esa puerta estrecha es la puerta del sentir. Y es
paradójicamente, la puerta a través el cual no queremos entrar, ¿por qué?
¡Porque duele! Pero es la ¡única salida!
Si no doliese, todo el mundo la atravesaría. La pregunta
es, ¿por qué el amor ha puesto una puerta tan dolorosa para atravesar? Y la
respuesta, el amor ¡no ha puesto nada! Ese es el muro sólido que nosotros
mismos construimos para evadir el amor. Esa es la distancia que el Hijo Prodigo
antepuso ante Su Padre. Y esa distancia es la que nuestro sentir, que se
interpone entre “yo” y mi hermano se tiene que atravesar para unirme a mi
hermano (para unirme a mi mismo).
Por lo tanto, si nuestro deseo profundo es sanar,
utilicemos el tiempo, no para olvidar, no para evadir, sino para sentir, para perdonar,
para mirar todo eso que nos duele, todo eso que nos asusta, y abrazarlo,
amarlo. Es así como el miedo se atraviesa. ¿Para qué? Para aprender a amarlo
¡todo! Para poder ¡amarme completamente!