La respuesta es sí. Lo que sucede es que hay que estar consciente primero de qué es lo que tiene que cambiar para que se pueda experimentar la verdadera felicidad en un mundo que simboliza un estado de separación.
Aunque en diferentes ocasiones el curso
cita a el mundo como un ataque en contra de Dios, “El mundo se
fabricó como un acto de agresión contra Dios,” W-pII.3.2:1 no significa
que no podamos entonces experimentar felicidad en este mundo.
Lo que significa es que si mi atención es
en el mundo como mi realidad no voy a poder sino que experimentar miedo debido
a que estoy ignorando la naturaleza de lo que realmente soy. Al sentirme
separado en un mundo de separación no puedo sino que experimentarme carente y
por consiguiente voy a esperar que el mundo de una forma u otra me sustente.
Eso naturalmente genera miedo.
Si de lo contrario puedo cambiar mi
mentalidad acerca de él, dónde reconozco que mi realidad es unidad y no
separación, ya no me encuentro apegado al mundo ni dependiendo de él y por
consiguiente puedo tomar conciencia del amor que realmente soy. Ahora que se
quien realmente soy el mundo simplemente se percibe como una película que
carece de significado, y todo lo que hago es amar porque esa es mi naturaleza.
Entonces soy feliz por el simple hecho de
saber quién soy. Y como la naturaleza de la felicidad y del amor es
compartirse, ahora extiendo eso que soy a toda la experiencia en este mundo.
Que seria lo mismo que decir, a toda la experiencia de mi mismo ya que solo hay
uno. ¡Yo!
Pero una vez más, para llegar a ese estado
de comprensión, primero se tiene que efectuar un cambio de mentalidad, un
cambio de percepción. Eso es todo lo que el Espíritu Santo nos ofrece al
compartir Su sistema de pensamiento.
Cómo nos hemos identificado como un
personaje separado de todo, dependiente del mundo, este proceso transitorio en
donde la mente separadas empieza ahora a sanar puede aparentar ser doloroso y
abrumante, no porque sea doloroso en realidad, sino que por el apego que
tenemos a nuestras creencias sobre lo que somos, sobre lo que el mundo es,
sobre lo que creemos que necesitamos, etcétera.
Ahora que la mente empieza a observar el
contraste, y a través de los instantes santos y de esos momentos de quietud
empieza a descansar en ese espacio de paz y dicha, libre de distracciones,
entonces la felicidad subyacente es lo que mora en nuestra mente, y una vez más
podemos vivir una vida llena de dicha, llena de paz, llena de amor, y llena de
felicidad aún cuando todavía nos experimentamos como un personaje en un cuerpo
viviendo en un mundo de separación, ¿por qué? Porque hemos dejado de creer en
él y estamos anclados en la realidad de lo que realmente somos. Eso es vivir el
sueño feliz!
Pero para poder tener consciencia de ese
espacio, y esta es la parte que no queremos oír, hay que mirar los obstáculos
que hemos interpuesto. Que por algo se nos recuerda: “Escapar
de la oscuridad comprende dos etapas: Primera, el reconocimiento de que la
oscuridad no puede ocultar nada. Este paso generalmente da miedo. Segunda, el
reconocimiento de que no hay nada que desees ocultar aunque pudieses hacerlo.
Este paso te libera del miedo. Cuando ya no estés dispuesto a ocultar nada, no
sólo estarás dispuesto a entrar en comunión, sino que entenderás también lo que
es la dicha y la paz.” T-1.IV.1:1-5