“Padre, la visión de Cristo es el don que me has dado, el cual tiene el poder de transforma todo lo que los ojos del cuerpo contemplan en panorama de un mundo perdonado.” W-pI.270.1:1
Los ojos no pueden ver
nada sino que más bien contemplan el contenido de la mente. Como cuando estás
durmiendo y sueñas, aunque el personaje dentro del sueño cree estar viendo
cosas “fuera”, en realidad todo eso refleja el contenido de la mente que ahora
aparenta estar mirando a través de los ojos de un personaje soñado.
Esta lección nos
invita a que dejemos a un lado nuestras interpretaciones de lo que creemos
estar viendo con estos ojos y descansar en un estado donde al dejar todo juicio
a un lado no nos distraemos con el mundo que los ojos aparentan estar
contemplando.
Sólo así tenemos
acceso a la visión de Cristo y aunque los ojos todavía estén percibiendo un
mundo de separación con todo tipo de imágenes, la mente descansa en un estado
de tranquilidad y sosiego, libre de culpa y de miedo.
Lo que hace este
proceso tan difícil, es que por un lado queremos adoptar la visión de Cristo
para que podamos ver ese mundo inocente pero no queremos soltar nuestra
identidad como personaje separado. En otras palabras nuestro miedo a
desaparecer es el que no nos permite que ese mundo de ilusiones desaparezca
también.
Mientras intente
sostener un mundo no voy a poder sino que querer sostener mi identidad como
personaje separado. De la misma manera que mientras quiera sostener mi
identidad como personaje separado no voy a poder sino que querer sostener el
mundo.