Comentario: Siempre y cuando creas que tu realidad es que eres un cuerpo no vas a
poder evitar temerle a la muerte o a la pérdida de bienes materiales. Sin
embargo ese es el miedo que vas a utilizar ahora para abrirte a la mentalidad
del Espíritu Santo. Según vas abriéndote a la paz y empiezas a valorar eso
sobre todas las cosas el valor que le dabas al cuerpo y a los bienes materiales
empieza a disminuir.
Llevémoslo a la
analogía de el sueño para que esto cobre sentido. Digamos que mientras duermes
estás soñando que vives en el mundo relacionándote con otros cuerpos y que a su
vez tú eres un cuerpo. Y en tu sueño crees que ese cuerpo puede morir por lo
tanto lo proteges a toda costa. También en el sueño crees que posees cosas que
te hacen feliz. Como claramente podrás observar, el sueño siendo una creencia
misma, y todo lo que el personaje en el sueño cree que es al igual que lo que
cree poseer son creencias. Y todas esas creencias surgen de la mente que lo
estás soñando todo.
El problema es que la
mente en su estado dormido no se da cuenta que está soñando un sueño. Y al toda
su atención estar puesta en el sueño y en las creencias sobre el sueño existe
el miedo a morir al igual que el miedo a perder bienes materiales. Pero si de
buenas a primeras la mente toma conciencia de que está soñando un sueño, todo
el miedo desaparece por una sola razón, se des-identifica del sueño y por
consiguiente ya el sueño deja de poder tener efectos sobre ella.
Eso es exactamente lo
que está ocurriendo con nosotros, que creemos que ésta experiencia física es
nuestra “realidad” pasando completamente por alto qué somos la mente que sueña
el sueño. Aunque podemos saber esto intelectualmente no nos sirve de nada a
menos que podamos tener una experiencia. Esa experiencia tiene lugar a raíz de
aquietar la mente, no intentando controlar pensamientos, sino que reconociendo
que todas nuestras creencias y opiniones son simplemente puntos de vista que a
su vez son todos falsos.
El Instante Santo nos
ofrece la oportunidad, de aunque sea por un instante, de dejar de prestar
atención fija al contenido concreto y objetivo de la mente. En otras palabras
dejar de prestar atención fija al mundo de las ilusiones lo cual incluye no
solo lo que percibimos aparentemente exteriormente, lo que vemos y oímos con
los sentidos, sino que lo que se percibe interiormente como sensaciones y
emociones.
Cuando hablo de dejar
de prestar atención a lo que se percibe fuera o dentro en realidad lo que
quiero decir es dejar nuestras interpretaciones personales a un lado. Pues todo
nuestro sufrimiento y miedo se deriva solo de nuestras interpretaciones
personales. Si yo te preguntase por qué tienes miedo morir tú me darías una
respuesta. Esa es una interpretación personal. Si te preguntase por qué tienes
miedo a perder algo me darías una respuesta. Esa es una interpretación
personal. Y sin embargo la razón por la cual interpretas es porque experimentas
sensaciones. Esas sensaciones, que de por sí no significan nada, pero
justificadas con tus interpretaciones personales es la raíz del miedo y el
sufrimiento.
Lo que el Instante
Santo hace no es cambiar tus experiencias o circunstancias sino que por un
momento observas más atentamente como la mente quiere justificar sus
experiencias para que de esa manera puedas ser consciente y elegir el sistema
de pensamientos de el Espíritu Santo. Que de nuevo, se elige cuando dejas todas
las interpretaciones personales a un lado. Esa es la práctica del perdón. Y
observa que dije la PRÁCTICA. No el entendimiento del perdón. El entendimiento
no te lleva a ningún lado sólo la práctica.