Wednesday, August 1, 2018

Cuando Condenas Te Condenas

Cuando condenas a un hermano te sientes mal. Cuando bendices a un hermano te sientes bien. ¿Por qué razón esto tiene lugar? No es porque condenar sea "incorrecto" o bendecir sea lo "correcto". No estás obligado ni a bendecir ni a condenar. Es porque la energía detrás de la condenación es miedo, y si soy yo el que estoy condenando, soy yo quien tengo que sentir ese miedo.

No obstante, la energía detrás de la bendición es amor, y como soy yo el que estoy bendiciendo, esa debe ser la energía que tengo que estar sintiendo, independientemente de lo que mi hermano haya hecho o haya dejado de hacer.

Como podemos ver, no tenemos ni siquiera que entrar en conceptos metafísicos de que "todos somos uno", ni en "reglas" o " mandamientos" establecidas por deidades o instituciones religiosas. Simplemente observa la energía detrás del juicio (condenación) y la energía detrás de el perdón (bendición, ausencia de condenación).

Eso es todo lo que tiene uno que recordar para hacer el perdón (la bendición, la ausencia de condenación) su único propósito en cada instante, si es que quiere uno de verdad ser feliz.

La pregunta que ahora surge es, ¿pero si aunque sé esto intelectualmente, aun así no puedo controlar la rabia que siento hacia alguien, por más que intente dejar de juzgarlo, de condenarlo, no puedo de ninguna manera dejar de sentir lo que siento, qué puedo hacer?

Simple, dejar de juzgarte, dejar de condenarte por estar sintiendo esos sentimientos. Es así como el Espíritu Santo (Sabiduría Interior) hace Su trabajo. Lo que he estado compartiendo no es para pretender que no "deba" uno dejar de sentir el espectro de emociones y experiencias que conlleva la condición humana.

Es por eso que Un Curso de Milagros me recuerda que, "La ira nunca está justificada." T-30.VI.1:1 En ningún momento me dice que no la sienta ni que no "deba" sentirla, si no que no la justifique porque justificarla (culpando a otros, condenando a otros) es como me condeno a mí mismo.

Pero el hecho de traer conciencia a que siempre soy yo el que se hace daño a sí mismo, sirve de apoyo para por lo menos abrir esa pequeña dosis de buena voluntad que es lo que el Espíritu Santo (Sabiduría Interna) necesita para sanar cualquier miedo escondido en la mente y recordar que soy inocente.

Cuándo reconozco la inocencia en mí, cuando empiezo ser más amable y compasivo con mi personaje, independientemente de sus virtudes y sus debilidades, no voy a poder sino que extender eso a los "demás". "...perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,..."

Sabemos que no hay nada ni nadie a quien "perdonar". Dios nunca nos ha juzgado. Utilicé ese extracto de la oración del Padre Nuestro como algo simbólico. Para recordar que en la medida en que perdonamos se nos es perdonado, de la misma manera, en la medida que en que juzgamos (condenamos) se nos es juzgado (condenado). No por Dios, no por ninguna deidad, sino por nosotros mismos. En este sentido vale la pena recordar que somos uno.