La tostadora
puede tostar las tostadas levemente o quemarlas. La batidora puede triturar
frutas de la misma manera que lo puede hacer con un dedo de la mano. El
congelador puede congelar comidas de la misma forma que si un ser humano queda atrapado
en él puede convertirse en cadáver. La aspiradora puede aspirar lo no deseado
al igual que objetos que deseamos. Y una radio puede transmitir mensajes de
amor o de odio.
Sin embargo, la fuente
que pone a funcionar todos estos enseres, independientemente de lo que hagan,
es la misma, la electricidad. De la misma forma que cada uno de los enseres
tiene una función en particular basada en su modelo y sus características, cada
una de las criaturas vivientes también tienen características particulares que
las lleva a comportarse de la forma que se comportan. Sin embargo, la fuente de
vida que respira a cada uno de esos seres vivientes es la misma, es amor.
Si me identifico
con la fuente de vida que me respira, que a su vez respira a todas y cada una
de las criaturas vivientes, empiezo a identificarme con mi esencia que es la
misma de todos. No obstante, si también reconozco que yo tengo características
particulares, algunas que podrían ser denominadas como virtudes de igual manera
que otras pueden ser denominadas como defectos, reconociendo mi esencia y
simultáneamente aceptándome completamente, eso es lo que me permite ser
consciente de la esencia de todos, y a su vez aceptándolos completamente.
Esa es la base de
la verdadera felicidad. No juzgo el comportamiento de nadie porque reconozco
que forma parte de sus características las cuales ellos no pueden controlar.
Pero si soy consciente de su esencia, que es la misma mía, puedo ahora observar
la Fuente (amor, electricidad) expresándose a través de ellos reconociendo que
lo que hagan o dejen de hacer no tiene nada que ver conmigo. Todos los enseres eléctricos,
a pesar de sus diferencias, tienen algo en común, si se va la electricidad ninguno
funciona. De la misma manera, si me olvido del amor que soy, de mi esencia, que
es la que todos compartimos, directa o indirectamente, todos sufrimos la
consecuencia de ese olvido.
Jesús, el Buda,
la Madre Teresa, Krishnamurti, Sai Baba, Ramesh Balsekar, un barrendero que veo
todas las mañanas barriendo las aceras con una actitud muy amable y servicial,
y me imagino que tu conoces a alguien que quizás tenga esas cualidades, o
quizás eres tú mismo, sirven de recordatorio para que la luz se mantenga
presente. Cuando se me olvida mi esencia tú me la recuerdas, y cuando se te
olvida a ti te la recuerdo yo.
Tú con tus
características particulares al igual que yo con las mías, que nunca se nos
olvide la electricidad que nos mueve, que nos une, lo único que es real, el
verdadero amor.
Por lo tanto, hagamos
lo mejor posible para recordar nuestra esencia, de manera que las
características de cada persona, no importa lo que hagan o dejen de hacer, no
sirvan de distracción. Ese es el mensaje detrás de, “Padres perdónalos porque
no saben lo que hacen.” [Lucas 23:34]
Él no lo decía
para que el Padre los “perdonase”. Lo decía
para que ¡él no se olvidara!. Pues si los hubiese condenado se hubiese
condenado a si mismo. Si los hubiese juzgado es porque él se hubiese olvidado
de su esencia. Solo uno que olvida su esencia juzga. Y como nuestra esencia es
amor, no importa lo que el personaje haga, de la misma manera que la
electricidad sigue siendo la misma, independientemente de lo que los enseres
hagan, en ese sentido, no hay nada ni nadie que perdonar. Por eso el Curso nos
dice, "El perdón no perdona pecados, otorgándoles así realidad.
Simplemente ve que no hubo pecado. Y desde este punto de vista todos tus
pecados quedan perdonados." W-pII.1.1:2-4
No pasemos por
alto la oración final de ese extracto, dice que desde ese punto de vista en el
que no hay nada que perdonar, todos “TUS”, no los de tus hermanos, o llevándolo
a primera persona, todos “MIS”, no los de mis hermanos, sino que MIS pecados
(juicios hacia mi mismo) son perdonados. Pues lo que se percibe “fuera”, como
imágenes que les llamamos “otros”, son solo pensamientos, tal como yo soy un
pensamiento dentro de la misma mente (fuente) que nos sueña. Por consiguiente
todo me lo hago a mi mismo. Si juzgo me juzgo, si perdono me perdono. No hay
otra salida.
Es por eso que Un
curso de milagros dice, "El secreto de la salvación no es sino éste: que
eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo....Pues no reaccionarías
en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú (no como
personaje, sino como mente absoluta) el que lo está soñando. No importa cuán
odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que
no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño." T-27.VIII.10:1-2..4-6