Mi amor, tu estás en mi vida y yo en la tuya, no por decisión personal sino que porque la vida misma así lo ha decidido. Por consiguiente, este es nuestro currículo de aprendizaje y enseñanza perfecto para juntos sanar y recordar lo que realmente somos, amor.
Si yo quisiera que te quedases conmigo como “mi” pareja, estaría intentando adueñarme de ti. Si me adueño de ti te aprisiono. Si te aprisiono me aprisiono.
De la única manera que me puedo liberar es si te libero. Liberarte no significa “dejarte”. Es realmente amarte debido a que el amor verdadero libera, no aprisiona.
Tenía miedo de que te fueras con otra persona y por consiguiente te quería solo para mi. Te quería aprisionar por miedo a perderte. Y a raíz de ese juego de terror se me olvidó, primero mi propósito para esta relación el cual es perdonar, y segundo que una vez mas, esta relación está teniendo lugar por intervención divina y no por voluntad propia.
Dado ese el caso, no hay nada que temer. Ni tú te irás de mi vida ni yo me iré de la tuya siempre y cuando recordemos que lo que sucederá tendrá lugar, todo con el mismo propósito, perdonar, sanar, recordar que somos amor, que somos el Santo Hijo de Dios libre, inocente, feliz y en paz.
Estamos por el tiempo que tengamos que estar, y si aprovechamos esta gran oportunidad para observar los obstáculos a la paz, uno de ellos siendo nuestro deseo de ser especial el uno para el otro, y perdonamos, le habremos sacado un gran provecho a esta experiencia para que la misma sea una de amor, de unidad y comprensión en vez de un camino lleno de preocupación, miedo y dolor.
Por consiguiente, con todo el amor de mi vida, retorno mi mente a la paz de Dios confiando en que continuaremos juntos por decisión de la vida misma por el tiempo que sea necesario, sin expectativas. Me abro a ti, compartiendo mis virtudes y mis defectos, y que el amor de Dios siempre decida por nosotros.
Te quiero, te amo, y gracias por ser el espejo para así poder reconocerme en ti.