Thursday, August 15, 2019

¿De Qué Me Sirve Cualquier Tipo De Práctica O Técnica Si Hay Personas Que No Soporto?

En el ámbito del despertar de la conciencia, o espiritualidad contemporánea, hay una infinidad de prácticas bellísimas que sirven de apoyo a través del cual el amor se puede extender. No obstante, el ego también se apodera de esas prácticas, que, aunque en un principio pudiesen haber sido inspiradas por el amor, el ego las utiliza para perpetuar su sentido de separación, para supuestamente alcanzar estados “elevados de conciencia”, o inclusive “iluminarse”.

Este escrito es inspirado, no como un juicio hacia ninguna práctica, sino para recordar que el propósito de cualquier practica, en ultima instancia es apuntar en dirección hacia la Verdad (Amor). Mi entendimiento es que el estado de conciencia más “elevado”, si es que voy a emplear esa palabra como adjetivo, sería ser consciente de que soy amor.

Ese amor que soy se experimenta a raíz de cómo me relaciono con el prójimo, no de que practica yo haga para “mejorarme”, o alcanzar ningún estado de conciencia “especial”. Si cuando me relaciono con mi hermano lo que surge es juicio, resentimiento, en fin, miedo, no estoy amando. Y si no estoy amando es porque he pasado por alto la naturaleza de lo que realmente soy.

Por lo tanto, en mi experiencia, el barómetro que dicta si de verdad estoy en un estado de conciencia que va mas en acorde con mi naturaleza como ser, no es que tan “bien” hago una postura física, o que tan “bien” medito, o que tan “bien” domino una técnica de respiración o mantra, o lo que sea, ni siquiera cuántas veces al día rezo y leo libros o visito el templo, iglesia, sinagoga, etc., sino, si me siento unido a mi hermano. Porque si soy consciente de que mi hermano es un reflejo de mi estado de conciencia, constantemente me va a estar mostrando lo que hay en mi para poder sanar, y así no perder de vista mi naturaleza como amor.

Es por eso que cada vez me doy cuenta que la práctica “espiritual” más importante y más efectiva es observar como me estoy relacionando con mis hermanos. Esto aplica a todo tipo de relaciones; desde una relación más íntima como lo es con la familia o con aquellas personas muy cercanas a mi, hasta con todo aquel que la vida me ponga enfrente en cada momento. Y no sólo lo llevo al ámbito físico, sino que al ámbito mental también. En otras palabras, el mero hecho de pensar en alguien forma parte de ese relacionarme.

Así que cuando me preguntan si yo hago algún tipo de práctica, mi respuesta es que sí. Mi práctica es perdonar. Una vez tengo claro que el perdón es mi única función, lo que sea que termine haciendo en el mundo de las formas es secundario. Hay personas que se sienten inclinadas a hacer prácticas que les apoyan a no perder de vista su deseo profundo por amar. Y en ese sentido cualquier tipo de práctica es beneficiosa. Lo que quería hacer hincapié, y repito, es que el ego utiliza prácticas para convencerse de que está “avanzando” o que va a “alcanzar” algo, manteniendo la atención en sí mismo. Me he topado con personas que se adhieren tanto a sus practicas que las idolatran de tal manera que se convierten en dioses por derecho propio perdiendo así de vista lo que en realidad importa, estar en paz con uno mismo y por consiguiente con todos.

Hace muchos años salía con una mujer que su mamá estaba muy envuelta en la metafísica y se consideraba una mujer muy “espiritual”. Y aunque su mamá meditaba todos los días, muy diligentemente, era una mujer muy impaciente y reactiva. Un día la invitaron a pasar un fin de semana en un barco con su hija y sus nietos, y le entró un ataque de ansiedad porque tenía miedo de que con todo el bullicio no iba a poder meditar. Aquí tenemos un perfecto ejemplo de cómo el miedo (ego) se apodera de las prácticas espirituales con el propósito de perpetuar separación en vez de unión, incrementar miedo en vez de amor.

Por lo tanto, una prueba que se podría hacer es, digamos que te levantas a las ocho de la mañana para hacer tu práctica, sea cual sea, y ese día tu hijo se levantó un poco más temprano y te pidió que si era posible que lo ayudases con algo muy importante. Eso implicaría que no ibas a poder hacer esa práctica en el día de hoy porque en una hora tendrías tú que salir a tu trabajo. Si te enfadas porque crees que tu práctica es más “importante” que una petición de ayuda de tu hermano, cuestiona entonces si esa “práctica” de verdad te sirve.

No estoy implicando qué tienes que decir sí a todo el mundo y dejar a un lado tus preferencias en el momento. Eso no es de lo que estoy hablando. Lo que estoy diciendo es que en este mundo nada es importante. No obstante, si permites que la voz de el amor en ti se exprese, habrá momentos en que lo más amoroso seria decirle sí a tu hijo (o a quien sea) y poner esa práctica a un lado, de la misma manera que habrá momentos en el cual tendrás que decir no a tu hijo (o a quien sea) y darle prioridad a la práctica.

Simplificó este escrito con lo siguiente, el amor no requiere de ninguna práctica porque el amor es. Este instante presente, és amor. Si despojo este instante presente de cualquier significado, si lo acepto tal y como es, estoy amando. Y como una vez dijo San Agustín, “ama y luego has lo que quieras”. Si desde el amor, hacer lo que quieres es hacer una práctica, sea la que sea, bienvenida sea. Pero ya la práctica deja de ser un obstáculo al no ser un requisito. Es simplemente lo que tiene lugar en este momento presente.

Y si en este instante presente crees que “tienes” o “debes” hacer alguna práctica, es porque eso es lo que toca en tu guión, y no hay necesidad de sentirse culpable por ello. De la misma manera que la conciencia me inspiró a escribir este escrito, esa misma conciencia te llevó a leerlo. Lo que tenga lugar de aquí en adelante está fuera de “nuestro” control.

#nickarandes