El mundo de el ego, o el miedo, está regido por una creencia fundamental. La creencia de creer que somos una persona. Al creer ser una persona, que por cierto esa es la base de todo sentido de carencia, nace la idea del desarrollo “personal”. Dado ese el caso todo esfuerzo va dirigido a atender todo tipo de carencia que puede experimentar esa “persona”. Carencia financiera, carencia de salud, carencia de pareja, carencia emocional, etc.
Intentamos subir nuestra autoestima a
raíz de alcanzando metas, cambiar nuestro entorno, superando obstáculos, la
adquisición de poder o cualquier tipo de práctica o actividad que de una forma
u otra nos haga sentir que somos “mejores personas”. Y aunque se experimenten
cambios en nuestra experiencia física que en algunas ocasiones aparenten ser
“saludables” o “mejores”, el miedo siempre será el que rige nuestra experiencia
de vida pues todo eso que se “alcanza” o se “manifiesta” tiene que ser ahora
protegido de la posibilidad de perderlo.
Y como partimos desde la creencia de ser
una “persona”, “individual”, “separada” (escasa), siempre habrá algo que
alcanzar, o mejorar, o cambiar, para llenar ese insaciable vacío que sólo se
experimenta cuando, una vez mas, se sostiene la creencia de ser un individuo
separado (una persona). Por consiguiente lo que el “desarrollo personal” hace
es incrementar la culpa y el miedo. Pero como es desde la culpa y el miedo
desde donde cada persona parte para sentirse “mejor”, es la culpa y el miedo la
que se vende muy bien a si misma sólo que bajo la etiqueta de “desarrollo
personal”. Entonces se convierte en un círculo indefinido que funciona de la
siguiente manera:
1) Me siento carente por creer ser una
persona.
2) El miedo me vende que puedo sentirme
mejor si alcanzo digamos un objetivo.
3) Compro lo que el miedo me vendió y
digamos que alcanzo ese objetivo.
4) Me siento “bien” por un momento o dos,
pero luego vuelve la sensación de carencia porque ningún objetivo puede
reemplazar mi sentido de plenitud que no tiene nada que ver con mi identidad
como persona.
5) El miedo me vende que puedo alcanzar
un objetivo “mejor” o “mayor” o “diferente” y así me voy a sentir “pleno.”
6) Compro el nuevo objetivo, lo alcanzo o
no, y los pasos 4 al 6 se repiten indefinidamente hasta que me de cuenta que
nada puede hacerme sentir pleno salvo que una sola cosa; recordar lo que
verdaderamente soy.
La pregunta entonces es ¿cómo puede uno
salir de ese callejón sin salida? La respuesta es muy simple mas sin embargo
genera miedo. Y es porque para yo poder salir de esa encrucijada lo primero que
tengo que hacer es abrirme al conocimiento de que no soy una persona. Al dejar
a un lado esa identidad del personaje separado el concepto de “desarrollo
personal”, o como tambien se le conceo, el mundo de “autoayuda” automáticamente
desaparece y lo que queda es nuestra esencia como algo que está unido a todo.
Otra manera de decirlo sería, que lo que queda es nuestra esencia de sentirse
uno unido con Dios. Es ahí cuando todo sentido de carencia inmediatamente
desaparece.
Que por eso Un Curso de Milagros nos
recuerda, “La única carencia que
realmente necesitas corregir es tu sensación de estar separado de Dios.” T-1.VI.2:1
Sin embargo el desarrollo personal bajo
la directriz del Espíritu Santo cumple un propósito, aunque superficial, pero
muy útil. Es apoyarnos ha sentirnos mejor como personas de manera que el
próximo paso sea que la paz se convierta en nuestro nuevo objetivo para que así
el camino hacia el despertar de la conciencia se abra. Por lo tanto aquí no se
está juzgando el camino del desarrollo personal. Pero si se está haciendo
hincapié de que para experimentar la verdadera liberación lo que hay que hacer
es intercambiar el camino del desarrollo personal por el deseo profundo de
recordar a Dios, o el Verdadero Amor, o la Verdad si prefieres ese término.