Thursday, January 31, 2019

Cómo Abordar La Muerte de Un Niño Atrapado en Un Pozo

Recientemente hubo una noticia en la que un niño quedó atrapado en un pozo. Intentaron rescatarlo pero finalmente el niño pereció. En función a ese acontecimiento se me hizo la siguiente pregunta:

Pregunta: “Hola Nick. Yo soy de Málaga. Como muchas otras personas, me siento muy apenado y triste por el trágico desenlace en la lucha contrarreloj para sacar al pequeño Julen del pozo. Si te sientes inspirado a escribir algo para mitigar este dolor, gracias. Sé que nada real puede ser amenazado... pero siento mucha tristeza por Julen. El "sueño" a veces se hace duro. Un abrazo Nick.”

Comentario: Reconozco lo doloroso que una experiencia como esa puede ser, y desde lo más profundo de mi corazón un sentido pésame para los familiares del niño al igual que todo aquel que de una forma u otra se ha sentido afectado por ese acontecimiento. Voy a abordar el tema a ver si quizá juntos podemos arrojar un poco de luz.

Nuestra Esencia, eso que es eterno, omnipresente, omnipotente, que se le ha llamado de muchas maneras, Amor, Dios, Divinidad, etc., es lo que siempre ha existido, antes de el “nacimiento” de un cuerpo, es lo que se mantiene durante la estadía de un cuerpo, y es lo que continúa después que un cuerpo se deja un lado. Eso es lo que somos y nada ni nadie puede cambiarlo.

En el momento que esa Esencia, que esa Totalidad toma la forma de un cuerpo experimenta el dolor profundo de una aparente pérdida. La pérdida que experimenta al “encarnar” por así decirlo en un cuerpo, es la pérdida de Dios. En otras palabras, es la pérdida de su unión con la Esencia. Ahora esa Esencia queda atrapada en lo que aparenta ser un cuerpo limitado. Y aunque su deseo más profundo sería soltar ese cuerpo y retornar a su Esencia, al creer que su realidad es ese cuerpo, el miedo a soltar (morir) ese cuerpo no le permite volver a experimentarse como Esencia, como Amor, como Dios.

Cuando la mente se identifica con un “yo”, como un “cuerpo”, y percibe “otros” “cuerpos”, en este caso el de un niño que se muere, sentimos el dolor de esa pérdida que no es más que la memoria de la pérdida que experimentamos cuando elegimos habernos separado de Dios.

No obstante, cuando entramos en esos espacios meditativos, donde deja de haber una identificación con un “yo” separado, se podría decir que es una manera en la cual la mente vuelve a conectar con su Esencia. Y esa Esencia es la misma que todos compartimos. En ese sentido no se experimenta sensación de pérdida. Lo que se experimenta es una conexión profunda. De esa manera, aunque el cuerpo del niño se haya desvanecido, su Esencia, que es la misma que la nuestra permanece conectada. Sólo cuando la mente vuelve a identificarse con este “yo” separado es que se vuelve a experimentar esa sensación de pérdida.

No sólo eso, mirando un poco más a fondo, aunque por un lado se experimenta la tristeza de la aparente pérdida de un ser querido, simultáneamente se experimenta el terror de la posibilidad de que yo pueda morir. Pues ese escenario me pone en contacto con mi propia mortalidad. Pero una vez más, ese miedo sólo tienen lugar cuando la mente se identifica con un “yo” separado.

Cuando esa identificación deja de ser, no hay sensación de pérdida absoluta. Y con una comprensión como esa, sabiendo ya que nadie ha “muerto”, simplemente que la Esencia que estaba atrapada en ese cuerpecito ahora se libera, pueda que extrañemos la forma en que nos relacionábamos de cuerpo a cuerpo, pero ya no hay sufrimiento. Lo que queda entonces es un reconocimiento de que ese cuerpo vivió en el tiempo que tuvo que vivir, cumplió el propósito que tuvo que cumplir, y se dejó a un lado para que la Esencia pudiese ser restaurada a su estado natural.

Al dejar de temerle a la “muerte”, dado que somos conscientes que somos Esencia, que somos Amor, que somos Dios, cuando llegue el momento de soltar este cuerpo, qué es nada más que una limitación a la Totalidad, se hará con una paz inquebrantable. Es como decir, “Gracias que por fin puedo regresar a mi Hogar”.

Pero no intentemos pasar por alto las emociones y los movimientos que estén teniendo lugar. Esto es sólo la comprensión intelectual. Según utilizamos todos y cada uno de los escenarios que la vida nos presenta para recordar nuestra única función, la cual es perdonar, éstas palabras dejarán de ser conceptos intelectuales y se convertirán en nuestra experiencia de vida. Mientras tanto, si se siente tristeza se vive. Si surge llanto se llora. Si hay dolor se siente, por el tiempo que sea necesario mientras que nos agarramos firmemente de la mano del Amor pidiendo una y otra vez que nos enseña ver esto de otra manera. Y eso se hace de la siguiente manera, “Cuando de alguna manera tu paz se vea amenazada o perturbada (cuando me encuentro interpretando, juzgando), afirma lo siguiente: No conozco el significado de nada, incluido esto. No sé, por lo tanto, cómo responder a ello. No me valdré de lo que he aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora." T-14.XI.6:6-9