Cuando tenemos miedo a amar, a abrir nuestro corazón, la tendencia, no natural sino condicionada, es la de cerrar las puertas. Es la de huir, la de salir de ahí para no sentir ese dolor.
En ese sentido
estamos permitiendo que la oscuridad sea la que siga arropando al corazón. Por
consiguiente, el amor se experimenta como algo inaccesible. Si, en vez de huir
me permito sentir esas heridas, por mas dolorosas que sean, no como un acto de
masoquismo, todo lo contrario, como un acto de apertura, es como puedo, poco a
poco contactar con ese amor que se encuentra tras ellas.
En un principio
reconozco lo difícil y lo doloroso que esto puede ser porque es como decir
entrar en territorio “desconocido”. Lo curioso del caso, es que el territorio
“desconocido” son las heridas y las memorias con las que nos hemos
identificado. El verdadero territorio conocido es el amor que somos que
simplemente busca la manera de expresarse. Ese amor siempre nos lleva a
relacionarnos con el mundo para ponernos en contacto con esa oscuridad, con
esas heridas, y si les permitimos ser, sin huir de ellas, la luz empieza a
alumbrar a través de los huecos y las grietas que la oscuridad no puede tapar.
He visto como
cuando me abro a sentir mis miedos más profundos, miedo al rechazo, el miedo a
ser ridiculizado, juzgado u condenado, el poder sentirme abandonado, el miedo a
la traición, y todos los derivados del miedo, surge detrás de ello una
comprensión que no la puedo explicar. Algo en mí se expande y todo lo que
quiero es abrazarlo todo, amar más profundamente.
Lo único que
puedo compartir por experiencia personal, y no estoy insinuando que soy un ser
“iluminado” o “especial” ni alguien que ya no siente miedo y lo ama todo, es
que la puerta directa a ese amor que soy, a ese profundo deseo de unión con
todo, es a través de estar dispuesto a atravesar toda herida, todo sentimiento,
sea el que sea, tome la forma que tome. ¡Y eso duele! Por lo menos en mi
experiencia.
Atravesar esas
capas no me están llevando a amar en un “futuro”. Simplemente me llevan a la
conciencia del momento presente en el que el amor reside. Este amor no desea
nada del mundo. No quiere cambiar nada ni a nadie, ni siquiera “atraer” nada ni
a nadie. Quiere, no obstante, bendecirlo todo. Eso es lo que lleva al ser
humano a sentirse pleno. No es buscar a quién o a qué amar. Eso es carencia y
continúa fortaleciendo el deseo por la búsqueda del amor. Es simplemente mirar
todos los obstáculos que surgen para ser acogidos, para ser amados, y permitir
que el amor, que ya está en uno resplandecer. ¡Eso es todo! Esto no es una
ciencia, es una obviedad.
Sin embargo,
cuántos años me ha tomado percatarme de esta obviedad. ¿Y qué es lo que me ha
permitido ser consciente de ello? Todas aquellas personas con las que me he
relacionado, directa o indirectamente, que de alguna manera han movido algo en
mi. Sobre todo, aquellas personas que han movido las heridas mas profundas,
que, aunque en un principio creí fueron mis verdugos ahora es obvio que han
sido mis salvadores.
Por consiguiente,
cierro este escrito, en vez de diciendo, “no tengas miedo a amar”, de la forma
que me ha servido a mí es diciendo, “no tengas miedo a sentir el dolor. No
tengas miedo a sentir miedo. Siéntelo, vívelo, arrópalo, acógelo, pues aquello
que lo siente, que lo vive, que lo arropa, que lo acoge, es el amor mismo.
Ese es el primer
paso, en mi experiencia, para que empiece uno a ser consciente de ese amor. Sé
que no es fácil. Aunque sea tan obvio y tan simple, reconozco lo difícil que
puede ser, sobre todo cuando las heridas pueden ser muy profundas. Pero lo
único que puedo compartir, por experiencia personal, es confiar en el proceso.
¿Crees que estás
palabras que ahora mismo lees han llegado a tu vida por “casualidad”? ¿Crees
que soy “yo” (Nick Arandes un “sabio”) del cual surgen esas palabras? Te puedo
asegurar que no es así. El amor que me inspira a escribirlas es el mismo amor
que te lleva leerlas para que juntos recordemos.
Mientras más se practica
esto, más se experimenta ese amor. Y ahí es que finalmente se da uno cuenta de
cuán obvio es ser consciente del amor interno. Ahí el corazón deja de tener
miedo porque se vive en amor, se vive en su naturaleza.