Ayer compartí un artículo titulado El Deseo Profundo Por Amar. En el mismo compartí una experiencia que tuve, la cual no se puede explicar en palabras. Y ese artículo iba, más bien, dirigido a que para poder ser consciente de ese amor tengo que abrirme totalmente a la experiencia presente, libre de conceptos, libre de significados, y sentir la intensidad del momento en su totalidad. Y aunque lo que se me haya revelado, o haya experimentado, intentaba describirla como una experiencia muy dichosa o maravillosa, fue simplemente la ausencia de un “yo”. Solo cuando la mente se identifica con un “yo”, es que surgen los “sentires”, que pueden experimentarse como placenteros, al igual que dolorosos.
En esta segunda parte me gustaría añadir lo siguiente. El
amor, siendo lo que soy, abraza la intensidad de la experiencia presente porque
no rechaza nada. Es importante clarificar esto porque se puede malinterpretar
lo que escribí en el artículo anterior asumiendo que para tener la experiencia
de amor tengo que sentirme de una manera específica.
Aunque no pueda describirla, creer que cualquier
sensación de dolor o de incomodidad no puede ser una sensación de amor, no
sería correcto. Y, de nuevo, aquí es donde nos perdemos. Amor es lo que somos,
no lo que “sentimos”. Y cuando hay una identificación con el “cuerpo”, con el
“yo”, no es que dejo de ser amor. Solo que ahora el amor que SOY tiene que
incluir todo, inclusive, todo aquello que considero incomodo, o doloroso.
La presencia de un cuerpo, de un “yo” “separado”,
simplemente es lo que da lugar a una experiencia “sentida”. Y esta experiencia
física, siendo dual, siendo una experiencia sentida, siendo una limitación, da
pie a toda la gama de sensaciones que forman parte de la experiencia humana. Ahora
estamos aprendiendo a amarlo todo, sensaciones cómodas al igual que incomodas,
para no perder de vista nuestra esencia, que no es algo entendible, explicable,
comprensible, descriptible desde la condición humana. Pero es lo que somos. En
otras palabras, el amor simplemente ES.
Y no hay que intentar buscarlo. Esa búsqueda la elude,
porque parte de asumir que no esta aquí, que esto no es amor, que el momento
presente no es un momento de amor porque no va en acorde a cualquier concepto
que tenga sobre lo que el amor es. Y de nuevo, el amor es lo que SOY cuando no
hay una identificación con el “yo”, con el cuerpo que me percibo ser. Es por
eso, que, a final de cuentas, cuando esta comprensión cala, no es por haber
hecho ningún esfuerzo. Es porque, paradójicamente, se ha soltado todo esfuerzo
por buscarlo. Por eso se dice que para “alcanzar” la iluminación se tiene que
dejar a un lado el deseo por “iluminarse”.
Una forma más práctica de decirlo es: ¿Alguna vez has
intentado recordar el nombre de una persona, y por más que te esfuerces te elude?
¿Sin embargo cuando sueltas el deseo de recordar ese nombre y te vas a hacer
otra cosa, de la nada, el nombre aparece tu mente? ¿O cuando tienes un examen,
y estás muy nervioso, y no te acuerdas de la contestación a esa pregunta, y por
más que intentas recordarla porque sabes que sabes la contestación la misma no
aparece? ¿Luego, cuando se acaba el examen y te relajas, en tu mente aflora esa
contestación? ¿Vez a lo que me refiero? Solo cuando el deseo por saber lo que
el amor es se deja a un lado, el amor mismo aflora, no como algo entendido,
sino como lo que es. Y el amor es, este instante presente, libre de conceptos,
libre de significado. ¿Puedes experimentarlo?
#nickarandes