“¡Cuán santo debes ser tú, que desde ti la Voz de Dios llama amorosamente a tu hermano para que puedas despertar en él la Voz que contesta tu llamada! ¡Y cuán santo debe ser tu hermano cuando en él reside tu propia salvación, junto con su libertad! Por mucho que lo quieras condenar, Dios mora en él. Pero mientras ataques Su hogar elegido y luches con Su huésped, no podrás saber que Dios mora igualmente en ti. Mira a tu hermano con dulzura. Contempla amorosamente a aquel que lleva a Cristo dentro de sí, para que puedas ver su gloria y regocijarte de que el Cielo no esté separado de ti.” T-26.IX.1:1-6
Comentario: Me gustaría
elaborar, oración por oración en este párrafo para que podamos observar cuan
magistralmente el Espíritu Santo habla de mi a través de mi hermana. Son
sutilezas que muy fácilmente pueden pasarse por desapercibidas. Así que
empecemos con la primera oración:
“¡Cuán santo debes ser
tú, que desde ti la Voz de Dios llama amorosamente a tu hermano para que puedas
despertar en él la Voz que contesta tu llamada!”
T-26.IX.1:1
Tu hermano forma parte de la misma mente
de la cual tú formas parte de. La Voz de Dios que llama amorosamente a tu
hermano no es sino que la misma Voz que te está llamando a ti. La Voz de Dios
(el Amor en ti) se extiende amorosamente a tu hermano para que pueda despertar
en “él” (tú proyectado “fuera”) la Voz que contesta tú llamada. Es tú llamada
porque no importa lo que creas estar percibieno “fuera” de ti eres siempre tú
interactuando contigo mismo (la mente interactuando consigo misma). Por
consiguiente el miedo que percibes en tu hermano es la parte de ti que necesita
recordar que el amor de Dios nunca le ha abandonado (nunca TE ha abandonado).
Si puedes recordar eso en ti fácilmente lo podrás recordar en tu hermano (pues
“tú” y “él” son lo mismo) por lo cual a raíz de ese recordatorio es que se
salvan los “dos”. Es por eso que a través de tu hermano quien se sana eres tú.
“¡Y cuán santo debe
ser tu hermano cuando en él reside tu propia salvación, junto con su libertad!”
T-26.IX.1:2
En esta segunda oración podemos ver cómo
el Espíritu Santo continúa corroborando de una manera camuflajeada por así
decirlo que no existe separación entre tú y tu hermano. Pues una vez más, tu
salvación depende de la salvación de tu hermano pues eres tú quien te
aprisionas al aprisionarlo a él y por consiguiente en su libertad radica la
tuya propia.
“Por mucho que lo quieras condenar, Dios mora en él.”
T-26.IX.1:3
Observa como te dice que por mucho que lo
quieras condenar Dios mora en él. Y como Dios mora en ti ya que los dos son
partes de Dios, un ataque hacia Dios, que en este ejemplo Dios tiene la
apariencia de un hermano que tu crees se encuentra separado de ti, tiene que
ser un ataque hacia ti mismo. Y lo que te hace creer que tu hermano te está
atacando a ti por lo cual lo recientes y lo condenas es porque a un nivel
inconsciente eres tú quien deseas atacarte a ti mismo. Dado ese el caso tu
hermano simplemente representa tu deseo inconciente de sentirte no merecedor
del amor de Dios. Ahora tu hermano se convierte en el culpable detrás del cual
escondes tu deseo inconciente de sentirte injustamente atacado. Cuando no somos
conscientes de esto vamos a percibir un mundo lleno de injusticia y nos la
pasaremos toda nuestra vida aterrorizados e intentando “protegernos”. Pero si
pedimos ayuda al Espíritu Santo, ese cambio de mentalidad que tiene lugar en
nosotros y no en “nuestro hermano” es lo que nos apoya a ser conscientes de el
amor de Dios en nosotros por lo cual el mundo ahora se convierte en un lugar
donde sólo se percibe amor o peticiones de amor.
“Pero mientras
ataques Su hogar elegido y luches con Su huésped, no podrás saber que Dios mora
igualmente en ti.” T-26.IX.1:4
Observemos de nuevo cuan ingeniosamente
el Espíritu Santo utiliza un juego de palabras para que seamos conscientes de
lo que en realidad está teniendo lugar. Utilizando ahora la apariencia como que
hay un hermano aparte de ti, ese hermano está haciendo o comportándose de una
manera no amorosa, no porque él sea culpable de nada sino que porque en su
mente ha elegido como huésped al ego. Al tú pasar por alto el hecho de que tu
hermano haya elegido al ego significa únicamente que tú has elegido al ego. El
ego en ti ataca el hogar que tu hermano a elegido al igual que al huésped que
él ha elegido por lo cual has pasado por alto la realidad de que sólo Dios es
verdad. Y como los dos, tú y tu hermano son parte de lo mismo, el no poder ver
a Dios en tu hermano imposibilita el que lo puedas ver en ti. Nadie te está
haciendo nada, más bien te lo estás haciendo todo a ti mismo. Y si crees no
merecer el amor de Dios en ti percibirás un mundo de ataque e injusticia como
comenté anteriormente. Es por eso que tu hermano constantemente te está
ofreciendo el regalo de aflorar la culpa inconsciente en ti que tan
convenientemente se la proyectas a él. Mas al poder tomar conciencia de ello
puedes invitar a que el Espíritu Santo corrija tu percepción errada. De ese
modo donde antes percibías ataque ahora vas percibiendo peticiones de amor y de
esa manera vas recordando más y más Dios en ti ya que lo estás reconociendo en
tu hermano.
“Mira a tu hermano
con dulzura.” T-26.IX.1:5
Esto es meramente un recordatorio de que
mientras no mires a tu hermano con dulzura eres tú quien estarás experimentando
los efectos de tu juicio. Porque una vez más, tú y tu hermano son lo mismo. Y
qué tengamos claro de que éste no es un trabajo intelectual en el cual vas
ahora a ver a mi hermano con dulzura porque te lo dice un Curso de Milagros. La
verdad es que es imposible ver a otro ego con dulzura al estar tu identificado
con el ego en ti. Necesitas pedir ayuda en todo momento para que el Espíritu
Santo vaya corrigiendo gradualmente tu creencia de no ser merecedor del amor de
Dios y intercambiarla por la verdad en ti. En otras palabras no intentas ver a
tu hermano con dulzura sino que más bien observas el odio que le tienes y sin
culparte o juzgarte por ello pides al Espíritu Santo corrección. No para “tu
hermano” sino que para ti. Eres tú quien está experimentando el miedo. Tu
hermano es solamente una imagen proyectada que el ego en la mente dormida
utiliza para mantener a la mente distraída. Por eso es que es importante
recordar que este es un trabajo que se hace en cada instante. No estamos
intentando ver a “hermanos inocentes”. Estamos recordando la verdad en
nosotros. Sólo que utilizamos la proyección de nuestros hermanos, o cualquier
experiencia en el mundo que creamos es la causa de nuestra pérdida de paz, para
ver dónde está la culpa inconsciente escondida. Eso es todo.
“Contempla
amorosamente a aquel que lleva a Cristo dentro de sí, para que puedas ver su
gloria y regocijarte de que el Cielo no esté separado de ti.”
T-26.IX.1:6
Otra vez podemos observar como el
Espíritu Santo utiliza un juego de palabras para recordarnos que no hay
separación y que aunque aparente estar hablando de mi hermano siempre está
hablando de mi mismo. Contemplamos aquel que lleva a Cristo dentro de si mismos
y ese regocijo que siento por percibir a Cristo en él me permite experimentar
ese mismo regocijo recordándome que el cielo no está separado de mi. Como ves,
esa última oración comienza contemplando al Cristo en él y termina con el
regocijo de que el Cielo está en mi.
En resumidas cuentas hasta que no puedas
ver a todos y cada uno de tus hermanos inocentes la culpa en ti se mantendrá
intacta. Y no hay escapatoria salvo que pidiendo ayuda al Espíritu Santo que me
enseñe a ver las cosas desde Su visión. Por lo tanto de la manera que le vamos
a sacar provecho a las enseñanzas de Un Curso de Milagros es si estamos
dispuestos a ser brutalmente honestos con nosotros mismos y tomar completa
responsabilidad de que estamos llenos de rabia y que todos nuestros hermanos,
especialmente con aquellos que sentimos algún tipo de malestar, que están ahí
para ayudarnos a contactar con esos sentimientos escondidos que no queremos ver
de manera que el Espíritu Santo pueda efectuar la sanación.
Es por eso que hay que ser muy cuidadoso
cuando intentamos ser “amorosos” o nos la pasamos por el mundo hablando de amor
y utilizando palabras bonitas cuando lo que se encuentra por debajo de todo
ello es nuestro odio encubierto. En lo personal, cada vez me percato de cada
sentimiento de ira o resentimiento, que por más mínimo que aparente ser aflore
en mí de manera que pueda ejercer mi elección de perdonar.