“El ego tiene también un plan de perdón porque estás pidiendo uno, aunque no al maestro adecuado. El plan del ego, por supuesto, no tiene sentido y nunca será viable. Al seguir su plan te pondrás simplemente en una situación imposible que es adonde el ego siempre te conduce. El plan del ego consiste en que primero veas el error claramente, y en que luego lo pases por alto. Mas ¿cómo ibas a poder pasar por alto aquello a lo que has otorgado realidad? Al verlo claramente, le has otorgado realidad y no lo puedes pasar por alto.” T-9.IV.4:1-6
Comentario: Una de las
cosas que veo constantemente es la gente “entregando”, “entregando”,
“entregando” sus problemas al Espíritu Santo. Lo que no se dan cuenta es que
eso no deshace el sistema de pensamientos del ego, si acaso lo refuerza debido
a que ese “yo” que cree estar “entregando” sus “problemas” no puede ser
deshecho en la mente que sueña el sueño debido a que se está otorgando a si
mismo realidad.
El trabajo en sí es ser consciente de que
soy el soñador de este sueño para así poderme abrir a la interpretación que el
Espíritu Santo tienes sobre las ilusiones. Si voy por el mundo percibiendo
problemas y queriendo que se resuelvan por miedo a lo que me pueda ocurrir
tengo entonces que por obligación estar identificado con mi cuerpo, con lo que
no soy.
Es por eso que como nos dice el extracto
que acabo de compartir, “El
plan del ego consiste en que primero veas el error claramente, y en que luego
lo pases por alto. Mas ¿cómo ibas a poder pasar por alto aquello a lo que has
otorgado realidad?” Si me dejo llevar por el
mundo que mis sentidos muestran voy a pasar por alto el verdadero problema el
cual consiste en creer que soy un cuerpo separado de Dios. Desde esa
perspectiva personal, habiendo ya pasado por alto lo que realmente soy, voy a
estar percibiendo problemas en el nivel de las forma (problemas personales), y
al haberles otorgado realidad la atención de la mente va a estar dirigida
completamente hacia las ilusiones.
Ese se convierte ahora en un callejón sin
salida. No tengo acceso a la re-interpretación del Espíritu Santo al haber interpuesto
la mía personal. Por consiguiente el plan de salvación del Espíritu Santo no
requiere que yo vaya por el mundo entregando mis problemas personales. Más bien
requiere que en completa aceptación deje a un lado cualquier interpretación que
tenga sobre cualquier experiencia de manera que Su amor y comprensión arrope la
mente y por consiguiente el cambio de percepción (milagro) pueda tener lugar.
Siempre recordemos que sólo aparenta
existir un problema, la creencia de que soy un cuerpo separado de todo, y que
por consiguiente hay una sola solución, ser consciente de que la separación de
Dios nunca ocurrió y que ahora mismo, no como personaje sino que como
conciencia, estoy unido a Él. Y de nuevo, esto no es algo que intelectualmente
podamos entender ni podemos experimentar el Ser. Otra manera de decirlo sería,
desde la oscuridad es imposible experimentar la luz. No obstante desde la
oscuridad puedo ser consciente de que mi realidad es luz y por consiguiente no permitir por lo
menos que la oscuridad me distraiga. Pues una vez que retorno a la luz la
oscuridad tiene que desaparecer.
De la misma manera, una vez que retorno
al Ser toda esta experiencia física tiene que desaparecer. Por lo tanto aquí
estamos aprendiendo a ser conscientes de nuestra naturaleza, y el perdón es la
herramienta que nos apoya a por lo menos no dejarnos distraer por la
experiencia física. En su debido momento cuando el mundo sea perdonado el
cuerpo se deja a un lado y el Ser se experimenta a Si Mismo sin ningún tipo de
distracción.
Así que para ser consciente de que soy
consciente de este sueño necesito el plan de salvación del Espíritu Santo. Eso
no requiere que “entregue” ninguno de mis problemas. Sino que más bien aprenda
a pasarlos por alto al dejar de otorgarles realidad. Eso es algo de lo que el
Espíritu Santo se encargará. No intentemos dejar de otorgarle realidad a
nuestros problemas o a cualquiera de nuestras experiencias intelectualmente.
Primero empezamos por observar como nos sentimos. En otras palabras cuando
sentimos algún tipo de reacción, ya sea dolorosa o placentera a raíz de alguna
experiencia, eso ya es un indicativo de que le estoy dando realidad al sueño.
No es razón para sentirse mal ni culpable. Es simplemente una oportunidad para
hacerme consciente. Ahí pedimos ayuda al Espíritu Santo; “Nunca estoy disgustado (o excitado) por la razón que creo” W-pI.5, o “Podría
ver paz en lugar de esto” W-pI.34.
Pero éstas no son palabras que se
“recitan.” Pues de nuevo, ese es el personaje “yo” intentando aplicar las lecciones
del curso. Ésas elecciones simplemente van dirigiendo la mente en una nueva
dirección. El problema o circunstancia en la forma no necesariamente tiene que
cambiar. Lo que si cambia es nuestra manera de verlo (la paz que sobrepasa todo
entendimiento). Así se va uno poco a poco desvinculando de la posición fija que
tiene hacia las ilusiones.
Ese en sí es el ejercicio de entrega.
Simultáneamente cuando las cosas en nuestra vida aparenta ir “bien” nos
brindamos momentos de quietud los cual el curso les llama Instantes Santos de
manera de poder seguir recordando a Dios en nuestra mente. Esto solo ocurre
cuando deseamos la verdad, cuando deseamos la paz de Dios genuinamente. No
tenemos que ser perfectos, ni siquiera sentirnos culpables porque todavía deseamos
el mundo. Mientras todavía deseamos el mundo simultáneamente estamos haciendo
el trabajo. Así por lo menos vamos reconociendo en qué dirección estamos
dirigiendo la mente.
En su debido momento, según la culpa
inconsciente se va deshaciendo, el valor que se le estaba otorgando al mundo se
va reemplazando por nuestro deseo por la paz, y el mundo de las ilusiones
empieza a perder su poder sobre la mente. Ahi comienza la transición de un
sueño de pesadilla a un sueño feliz. Y una vez más, en su debido momento,
cuando el miedo a Dios se erradique completamente de la mente, el sueño se deja
un lado y el Amor Verdadero queda restaurado en la mente (el Hijo Prodigo
regresa a Casa y celebra con el Padre la fiesta que ´Él Le tiene preparada).