El momento presente es una experiencia de
paz y plenitud, siempre y cuando la mente esté libre de historias. Cuando surge
el deseo es simplemente un pensamiento que se cuela en la experiencia presente
que sostiene la creencia subyacente de que hay una separación. Y eso es en sí
lo que duele. Pues es un recuerdo de la creencia de que nos hemos separado de
Dios.
Eso no implica que haya algo “incorrecto”
o “malo” cuando surgen los deseos. Pues inclusive el deseo mismo puede ser un
recuerdo del deseo que tenemos de unirnos a Dios. Pero sí implica que si no se
es consciente cae uno preso de la trampa del ego y el dolor o sufrimiento es lo
que eventualmente surgirá. Pues el deseo por algo lleva consigo el miedo de
perderlo ya que si se siente uno pleno, ¿habría algo que se desearía? En
realidad si, y es extender, compartir esa plenitud. Pues al compartirse es lo
que se experimenta ya que lo que das recibes. Y solo puedes dar lo que tienes
debido a que, “…no puedes dar lo
que no tienes.” T-14.I.1:3
Por lo tanto, nunca te has podido
“enamorar” de nadie si primero no habías estado enamorado de ti mismo. Ese es
el verdadero enamoramiento. De lo contrario, no es enamoramiento, es carencia.
Recuerda que lo que sostiene el mundo es el deseo por él. Y ese deseo surge del
miedo que le tenemos a Dios, a la Unidad, a la Verdad, al Amor. Pero si podemos
abrirnos al deseo por la Verdad, por el Amor de Dios, entonces los mismos
símbolos del mundo se utilizan en beneficio a la Verdad, donde solo se percibe
a Dios en todas partes. Eso es amar.
Mas sin embargo, para poder amar hay que
estar dispuesto a mirar los obstáculos que se han interpuesto ante ese Amor, y
eso por lo general duele. No tiene que ser así. Pero siempre y cuando haga algo
del mundo especial (relación especia), no voy a poder sino que sufrir el miedo
a perder eso que tanto deseo. Y de nuevo, eso que hago especial solo fortaleza
la creencia en una separación. Por eso es que el Espíritu Santo no nos quita
nuestras relaciones especiales sino que mas bien nos ayuda a percibirlas de
otra manera para que seamos nosotros los que soltemos aquello que ya no tiene
valor y nos aferremos a lo único que de verdad tiene valor, y eso que tiene
valor es la paz de Dios. Y esa paz solo se experimenta en el momento presente,
con una mente libre de historias. Eso es amor, y por naturaleza de ser, es lo
que se comparte en cada instante. Eso es vivir enamorado.