Lo que fui consciente en ese momento, es
que cuando de corazón queremos sanar, mirar los obstáculos no es necesariamente
una experiencia placentera. Inclusive, se puede experimentar hasta como muy
dolorosa y aterrorizante. "Ello no tiene por qué ser doloroso, aunque
normalmente lo es." M-4.I.A.3:2
La analogía que podría utilizar es la
siguiente: imagínate estar en una isla en la cual te sientes desolado y
deprimido. Sin embargo, la isla que se encuentra enfrente tuyo es donde se
experimenta la paz y la verdadera felicidad (sabemos que la paz y la felicidad
es lo que somos y no se encuentra en ningún lugar, recordemos que esta analogía
es para fines ilustrativos). La única opción para poder experimentar esa paz y
felicidad es entrar al agua y nadar hacia la otra isla.
El pequeño detalle es que los que están
en esa isla contigo te dicen que esa zona está llena de tiburones hambrientos.
Y sin tu tener la experiencia directa, te has creído sus historias. Sin
embargo, en la otra isla hay personas que te están llamando. Te gritan,
"cruza, no tengas miedo, no hay nada en el agua."
En ese sentido, mirar los obstáculos al
amor, es mirar tus propios miedos ( los tiburones que existen solo en tu mente,
no en el agua, por lo cual no te lanzas a nadar). Solo en ese sentido es que el
proceso aparenta ser aterrador, atemorizante, y extremadamente doloroso. Pero
no es porque sea ni aterrador ni atemorizante ni doloroso. Es porque el proceso
te confronta a que mires todo lo que has inventado.
A final de cuentas, el miedo, al no
existir, es simplemente una imagen que has forjado sobre ti mismo y sobre el
mundo a la cual te aferras.
Todo lo que el Espíritu Santo hace, si se
lo permites, es llevarte a mirar eso que has fabricado para que te des cuenta
que no era nada. Repito, para que te des cuenta que no era nada, ¡tienes que
mirarlo! Y eso es lo que nos aterra.
Esos son los obstáculos al amor. Y es por
eso que el objetivo de Un Curso de Milagros es mirar todo eso. Quiero ahora, no
obstante, que prestes mucha atención a lo que voy a decir. Quizás estas
palabras que acabo de escribir te asusten. Pero en realidad, no son las
palabras las que asustan. Es la creencia de que tienes que mirar algo a la cual
le tienes terror. Pero eso a lo que le tienes terror es algo que tú has inventado.
¡Ni siquiera está ahí! "Tienes un gran temor a mirar en tu interior y ver
el pecado que crees que se encuentra allí." T-20.IV.1:3