Pregunta: “Hola Nick. Yo soy de Málaga. Como
muchas otras personas, me siento muy apenado y triste por el trágico desenlace
en la lucha contrarreloj para sacar al pequeño Julen del pozo. Si te sientes
inspirado a escribir algo para mitigar este dolor, gracias. Sé que nada real
puede ser amenazado... pero siento mucha tristeza por Julen. El
"sueño" a veces se hace duro. Un abrazo Nick.”
Comentario: Reconozco lo doloroso que una experiencia como esa puede ser, y desde lo
más profundo de mi corazón un sentido pésame para los familiares del niño al
igual que todo aquel que de una forma u otra se ha sentido afectado por ese
acontecimiento. Voy a abordar el tema a ver si quizá juntos podemos arrojar un
poco de luz.
Nuestra Esencia, eso que es eterno, omnipresente, omnipotente,
que se le ha llamado de muchas maneras, Amor, Dios, Divinidad, etc., es lo que
siempre ha existido, antes de el “nacimiento” de un cuerpo, es lo que se
mantiene durante la estadía de un cuerpo, y es lo que continúa después que un
cuerpo se deja un lado. Eso es lo que somos y nada ni nadie puede cambiarlo.
En el momento que esa Esencia, que esa Totalidad toma la
forma de un cuerpo experimenta el dolor profundo de una aparente pérdida. La
pérdida que experimenta al “encarnar” por así decirlo en un cuerpo, es la
pérdida de Dios. En otras palabras, es la pérdida de su unión con la Esencia.
Ahora esa Esencia queda atrapada en lo que aparenta ser un cuerpo limitado. Y
aunque su deseo más profundo sería soltar ese cuerpo y retornar a su Esencia,
al creer que su realidad es ese cuerpo, el miedo a soltar (morir) ese cuerpo no
le permite volver a experimentarse como Esencia, como Amor, como Dios.
Cuando la mente se identifica con un “yo”, como un
“cuerpo”, y percibe “otros” “cuerpos”, en este caso el de un niño que se muere,
sentimos el dolor de esa pérdida que no es más que la memoria de la pérdida que
experimentamos cuando elegimos habernos separado de Dios.
No obstante, cuando entramos en esos espacios
meditativos, donde deja de haber una identificación con un “yo” separado, se
podría decir que es una manera en la cual la mente vuelve a conectar con su
Esencia. Y esa Esencia es la misma que todos compartimos. En ese sentido no se
experimenta sensación de pérdida. Lo que se experimenta es una conexión profunda.
De esa manera, aunque el cuerpo del niño se haya desvanecido, su Esencia, que
es la misma que la nuestra permanece conectada. Sólo cuando la mente vuelve a
identificarse con este “yo” separado es que se vuelve a experimentar esa
sensación de pérdida.
No sólo eso, mirando un poco más a fondo, aunque por un
lado se experimenta la tristeza de la aparente pérdida de un ser querido,
simultáneamente se experimenta el terror de la posibilidad de que yo pueda
morir. Pues ese escenario me pone en contacto con mi propia mortalidad. Pero
una vez más, ese miedo sólo tienen lugar cuando la mente se identifica con un
“yo” separado.
Cuando esa identificación deja de ser, no hay sensación
de pérdida absoluta. Y con una comprensión como esa, sabiendo ya que nadie ha
“muerto”, simplemente que la Esencia que estaba atrapada en ese cuerpecito
ahora se libera, pueda que extrañemos la forma en que nos relacionábamos de
cuerpo a cuerpo, pero ya no hay sufrimiento. Lo que queda entonces es un
reconocimiento de que ese cuerpo vivió en el tiempo que tuvo que vivir, cumplió
el propósito que tuvo que cumplir, y se dejó a un lado para que la Esencia
pudiese ser restaurada a su estado natural.
Al dejar de temerle a la “muerte”, dado que somos
conscientes que somos Esencia, que somos Amor, que somos Dios, cuando llegue el
momento de soltar este cuerpo, qué es nada más que una limitación a la
Totalidad, se hará con una paz inquebrantable. Es como decir, “Gracias que por
fin puedo regresar a mi Hogar”.
Pero no intentemos pasar por alto las emociones y los
movimientos que estén teniendo lugar. Esto es sólo la comprensión intelectual.
Según utilizamos todos y cada uno de los escenarios que la vida nos presenta
para recordar nuestra única función, la cual es perdonar, éstas palabras dejarán
de ser conceptos intelectuales y se convertirán en nuestra experiencia de vida.
Mientras tanto, si se siente tristeza se vive. Si surge llanto se llora. Si hay
dolor se siente, por el tiempo que sea necesario mientras que nos agarramos
firmemente de la mano del Amor pidiendo una y otra vez que nos enseña ver esto
de otra manera. Y eso se hace de la siguiente manera, “Cuando de alguna manera
tu paz se vea amenazada o perturbada (cuando me encuentro interpretando,
juzgando), afirma lo siguiente: No conozco el significado de nada, incluido
esto. No sé, por lo tanto, cómo responder a ello. No me valdré de lo que he
aprendido en el pasado para que me sirva de guía ahora." T-14.XI.6:6-9