Thursday, February 28, 2019

Qué Significa Vivir

Vivir significa eso, ¡vivir! Y sólo se experimenta en el momento presente, que es el único que hay. El problema surge cuando el vivir es reemplazado por la interpretación. Entonces, se deja de estar viviendo y se la pasa uno interpretando. La interpretación es lo que hace del vivir una experiencia dolorosa o placentera. Pero el vivir continúa independientemente de nuestras interpretaciones.

Entonces, ¿por qué se le da tanta importancia a las interpretaciones y se pasa por alto el vivir? Por el miedo a la muerte. Siempre que exista ese miedo, el vivir será un constante proceso de interpretaciones para que me alejen de no tener que pensar en la posibilidad de morir. Cuando el miedo a la muerte se desvanece, la vida se acepta tal y como viene.

Se acepta el dolor, al igual que el placer, como una experiencia vivida, no interpretada. La tristeza, la apatía, el resentimiento, la ira, la depresión y cualquier derivado de lo que se podría considerar una experiencia dolorosa se vive. Ahí no hay miedo, no hay sufrimiento. Lo que hay es vida pura. De la misma manera, el placer, la adrenalina, la excitación, cualquier derivado de lo que se podría considerar una experiencia placentera se vive igual.

Ese es el “secreto”, por no saber que otra palabra utilizar, de lo que la felicidad es. De lo que la paz es. El miedo a morir todo lo que hace es llevar a la mente a un pensamiento futuro. Un pensamiento futuro que ¡no existe! Porque lo único que está teniendo lugar es ¡el momento presente! Y, de nuevo, si el momento presente no se vive, y simplemente se niega, se vive uno arrastrado por la polaridad. Y la polaridad es el vaivén entre el dolor y placer, en el que no hay paz.

Cuando empieza uno a abrirse a vivir la vida tal como se presenta, se da uno cuenta de que todo movimiento, sea doloroso o placentero, es pasajero. Y lo curioso del caso es que, ya soltando el miedo a la muerte, que, de nuevo, la muerte no puede existir en el momento presente mientras sea uno consciente, la vida se puede convertir en una aventura. Imagínate lo que sería estar experimentando un movimiento, llamémoslo apatía, y, en vez de sentirte mal por ello, le das la bienvenida, lo exploras, lo vives completamente, sin importarte lo que pueda tener lugar en el “futuro”. Te conviertes como en un científico que estudia meticulosamente un tipo de planta. Toda su pasión, todo su enfoque está ahí. Eso es estar presente, estar viviendo.

Eso es lo que podríamos hacer con todas nuestras emociones y movimientos que surgen. Luego, el movimiento se va y es reemplazado por otro en la polaridad. Y disfrutas de ese nuevo movimiento, sólo que no te apegas a él. Estás viviendo. Eso es este momento. ¿Surge miedo? Explóralo, vívelo, siéntelo, experiméntalo. Eso es vivir el presente. Eso es vivir. Eso es ser feliz.

Con esa actitud en pie, ¿qué tipo de movimiento podría tener lugar en nosotros que no fuese bienvenido? Esta forma de vida, prestando atención a la experiencia presente, viviendo la experiencia tal como se presenta, es lo que permite que la mente no divague hacia el futuro o hacia el pasado. En ese sentido, creámoslo o no, desaparece por completo la identificación con un “yo”. Sólo cuando la mente interpreta cualquier experiencia presente y la lleva a un “futuro” o a un “pasado” tiene que adherírsela a un “yo”. “Yo” me siento preocupado por lo que a “mí” me pueda ocurrir. “Yo” me siento culpable por lo que “yo” hice. Pero cuando uno está presente totalmente, inmerso en la experiencia, llámesele placentera o dolorosa, dejando de pensar en términos de “yo” estoy sintiendo esto, tal como el científico que estudia esa nueva planta, él está arropado por la experiencia misma, no hay un “yo” haciendo nada. Lo que hay es un “haciendo”.

Observó que cada vez que me pongo escribir siento como que desaparece el “yo” que escribe y lo que hay es la experiencia misma de escribir. Sólo cuando me trato de esforzar en escribir es que la inocencia del momento presente se pierde. Es por eso que, observo cada vez más que al experimentar cada movimiento que surge, si lo despojo de interpretaciones, de significados, estoy viviendo.

Si no me gusta lo que siento, e intento evadirlo o suprimirlo, aunque el cuerpo esté respirando, no estoy viviendo, estoy muriendo. Porque la realidad es que no quiero vivir. Pero la vida, constantemente, me enseña a aprender a vivir. Y sentir todos los movimientos de la vida es parte de lo que es vivir. Y si dejo de temerle a cualquiera de esos movimientos, especialmente a los dolorosos, dejo de temerle a la vida.

Así que, como dice la canción interpretada por mi compatriota Marc Anthony, “Voy a reír, voy a bailar / Vivir mi vida La la la la…”. Y, si no le temo a la vida, y estoy dispuesto a vivirla completamente, también se le puede añadir, “Voy a sentir, voy a llorar / Vivir mi vida la la la la…”.