Saturday, April 13, 2019

Cuando El Corazón Teme Abrirse, ¡Rómpelo!


Cuando tenemos miedo a amar, a abrir nuestro corazón, la tendencia, no natural sino condicionada, es la de cerrar las puertas. Es la de huir, la de salir de ahí para no sentir ese dolor.

En ese sentido estamos permitiendo que la oscuridad sea la que siga arropando al corazón. Por consiguiente, el amor se experimenta como algo inaccesible. Si, en vez de huir me permito sentir esas heridas, por mas dolorosas que sean, no como un acto de masoquismo, todo lo contrario, como un acto de apertura, es como puedo, poco a poco contactar con ese amor que se encuentra tras ellas.

En un principio reconozco lo difícil y lo doloroso que esto puede ser porque es como decir entrar en territorio “desconocido”. Lo curioso del caso, es que el territorio “desconocido” son las heridas y las memorias con las que nos hemos identificado. El verdadero territorio conocido es el amor que somos que simplemente busca la manera de expresarse. Ese amor siempre nos lleva a relacionarnos con el mundo para ponernos en contacto con esa oscuridad, con esas heridas, y si les permitimos ser, sin huir de ellas, la luz empieza a alumbrar a través de los huecos y las grietas que la oscuridad no puede tapar.

He visto como cuando me abro a sentir mis miedos más profundos, miedo al rechazo, el miedo a ser ridiculizado, juzgado u condenado, el poder sentirme abandonado, el miedo a la traición, y todos los derivados del miedo, surge detrás de ello una comprensión que no la puedo explicar. Algo en mí se expande y todo lo que quiero es abrazarlo todo, amar más profundamente.

Lo único que puedo compartir por experiencia personal, y no estoy insinuando que soy un ser “iluminado” o “especial” ni alguien que ya no siente miedo y lo ama todo, es que la puerta directa a ese amor que soy, a ese profundo deseo de unión con todo, es a través de estar dispuesto a atravesar toda herida, todo sentimiento, sea el que sea, tome la forma que tome. ¡Y eso duele! Por lo menos en mi experiencia.

Atravesar esas capas no me están llevando a amar en un “futuro”. Simplemente me llevan a la conciencia del momento presente en el que el amor reside. Este amor no desea nada del mundo. No quiere cambiar nada ni a nadie, ni siquiera “atraer” nada ni a nadie. Quiere, no obstante, bendecirlo todo. Eso es lo que lleva al ser humano a sentirse pleno. No es buscar a quién o a qué amar. Eso es carencia y continúa fortaleciendo el deseo por la búsqueda del amor. Es simplemente mirar todos los obstáculos que surgen para ser acogidos, para ser amados, y permitir que el amor, que ya está en uno resplandecer. ¡Eso es todo! Esto no es una ciencia, es una obviedad.

Sin embargo, cuántos años me ha tomado percatarme de esta obviedad. ¿Y qué es lo que me ha permitido ser consciente de ello? Todas aquellas personas con las que me he relacionado, directa o indirectamente, que de alguna manera han movido algo en mi. Sobre todo, aquellas personas que han movido las heridas mas profundas, que, aunque en un principio creí fueron mis verdugos ahora es obvio que han sido mis salvadores.

Por consiguiente, cierro este escrito, en vez de diciendo, “no tengas miedo a amar”, de la forma que me ha servido a mí es diciendo, “no tengas miedo a sentir el dolor. No tengas miedo a sentir miedo. Siéntelo, vívelo, arrópalo, acógelo, pues aquello que lo siente, que lo vive, que lo arropa, que lo acoge, es el amor mismo.

Ese es el primer paso, en mi experiencia, para que empiece uno a ser consciente de ese amor. Sé que no es fácil. Aunque sea tan obvio y tan simple, reconozco lo difícil que puede ser, sobre todo cuando las heridas pueden ser muy profundas. Pero lo único que puedo compartir, por experiencia personal, es confiar en el proceso.

¿Crees que estás palabras que ahora mismo lees han llegado a tu vida por “casualidad”? ¿Crees que soy “yo” (Nick Arandes un “sabio”) del cual surgen esas palabras? Te puedo asegurar que no es así. El amor que me inspira a escribirlas es el mismo amor que te lleva leerlas para que juntos recordemos.

Mientras más se practica esto, más se experimenta ese amor. Y ahí es que finalmente se da uno cuenta de cuán obvio es ser consciente del amor interno. Ahí el corazón deja de tener miedo porque se vive en amor, se vive en su naturaleza.