Monday, January 28, 2019

La Búsqueda Del Placer El Gancho Del “Demonio”

El ser humano se la pasa en una constante búsqueda del placer porque cree que el placer equivale a felicidad. No hay nada incorrecto con el deseo ni el placer. El problema es que cuando el placer se equipara con felicidad, la felicidad verdadera, que es permanente, constantemente nos elude porque la realidad es que la experiencia humana es una constante oscilación entre placer y dolor.

Por consiguiente, como la vida no es placer, placer, placer, placer…, es por eso que no se experimenta felicidad permanente. Sin embargo, cuando hablamos de felicidad en este contexto, en realidad estamos hablando de paz interior. Una persona que está en paz es una persona que es verdaderamente feliz. Dado que la paz es lo que subyace toda experiencia, el placer al igual que el dolor se aceptan en ese estado de paz. En otras palabras el placer al igual que el dolor se aceptan en ese estado de felicidad. Y en ese sentido es que se puede dar uno cuenta que uno es feliz en todo momento, independientemente de los sentimientos y las experiencias que van teniendo lugar.

Cuando esa comprensión se asienta, la búsqueda del placer se cae por su propio peso. Eso no implica que no se experimente placer. Pero si implica que ya no vamos en búsqueda de ello porque al ser feliz por el mero hecho de ser consciente de la paz que mora en cada uno de nosotros no hay razón para buscar ningún placer para sustituir ese estado de paz, de felicidad en el que ya descansamos.

Ahora el placer se vive, se disfruta, no hay culpa, solo una expresión de las innumerables formas de expresión que la experiencia humana tiene. Solo que esa expresión, al no endiosarla, no nos manipula. Cuando viene se vive y cuando se va se suelta. Y lo mismo con el dolor. Cuando viene se vive y cuando se va se suelta.

A final de cuentas los dos son lo mismo. Por eso Un curso de milagros me recuerda, “El pecado oscila entre el dolor y el placer, y de nuevo al dolor. Pues cualquiera de esos testigos es el mismo, y solo tienen un mensaje: ‘Te encuentras dentro de este cuerpo, y se te puede hacer daño. También puedes tener placer, pero el costo de este es el dolor’. A estos testigos se unen muchos más. Cada uno de ellos parece diferente porque tiene un nombre distinto, y así, parece responder a un sonido diferente. A excepción de esto, los testigos del pecado son todos iguales. Llámale dolor al placer, y dolerá. Llámale placer al dolor, y no sentirás el dolor que se oculta tras el placer. Los testigos del pecado no hacen sino cambiar de un término a otro, según uno de ellos ocupa el primer plano y el otro retrocede al segundo”. T-27.VI.2:1-9