Wednesday, July 25, 2018

El Final de la Búsqueda

Cuando existe una afinidad profunda por la paz interior, uno comienza conscientemente a prestar atención a cada sensación que surge, a cada pensamiento que aparece, simplemente para observar si de alguna manera esos pensamientos o sensaciones pueden afectar esa paz que tanto se aprecia.

Si la sensación o el deseo que espontáneamente surge en cada momento presente puede afectar esa paz interna, una rendición total a lo-que-es permite que el amor mismo los arrope de manera que puedan ser desintegrados en la presencia que los acoge. Es así como se va poco a poco deshaciendo esa sensación de un "yo" separado, y la amplia gama de polaridad que tiene lugar entre el dolor y el placer se funden en la paz que lo une todo.

Mientras siga habiendo un apego al mundo, a objetos, a experiencias fenoménicas (relaciones, dinero, trabajo, placer, metas, fama, reconocimiento, etc.) la paz permanente de la que se está hablando aquí es sustituida por símbolos y experiencias temporales que por su naturaleza constantemente cambian dando lugar la constante oscilación entre el dolor y el placer. En otras palabras, dando lugar al sufrimiento.

Esta no es razón para sentirse uno desanimado o desilusionado, aunque en un principio aparenta ser así. Son oportunidades que la vida nos presenta de manera que esas sensaciones y pensamientos afloren para que a raíz de una experiencia personal pueda darse uno cuenta que la paz y la felicidad que tanto se ha buscado no puede ser encontrada en ningún otro lugar que en donde siempre ha estado, en nuestro interior.

Aunque en realidad, la descripción más acertada sería qué SOMOS esa paz, o SOY esa paz, SOY esa felicidad que tanto se busca y por esa misma razón es por la que no se experimenta. Es como decir, la luz pasa por alto su verdadera identidad como luz al intentar buscarla. Esta comprensión nos lleva a apreciar el camino recorrido, que aunque en momentos se haya experimentado como doloroso, puede ahora permitirse que se disuelva en el olvido y ser reemplazado por la presencia que siempre ha estado ahi, que ahora mismo está ahí, y que permanecerá inmutable, independientemente de los escenarios transitorios que tienen lugar en cada momento.

Se vive ahora el resto de los días, no deseando la paz, no deseando la felicidad, sino que reconociéndola en cada momento al no dejarse uno distraer por los pensamientos, sensaciones, experiencias temporales y transitorias que surgen como imágenes pasajeras y cambiantes de una película que a veces tiene la apariencia de aterradora, a veces de comedia, drama, suspenso, excitación, alegría, tristeza, etc.

La gran paradoja es, una vez que tiene lugar un desapego genuino a las experiencias temporales que el mundo nos ofrece como fuente de paz y felicidad (relaciones, dinero, trabajo, placer, metas, fama, reconocimiento, etc.), al habérsele quitado ese "poder" que originalmente se les había otorgado, cuando tienen lugar, si es que está en nuestro guión que se manifiesten, se disfrutan plenamente, libre de miedo, libre de preocupación, libre de sufrimiento.

En otras palabras, no hay una sensación de pérdida ni de sacrificio cuando llega el momento de dejarlas a un lado. Simplemente se reconocen como escenarios que se presentan como parte de la experiencia humana, que de la misma manera que surgen, son libres de que continúen su rumbo. Por consiguiente, la paz, la felicidad permanecen intactas como el trasfondo inmutable que no puede ser afectado por el constante cambio de las apariencias.

- Nick Arandes