Digamos que hay una creencia en mí que dice; “la
gente me traiciona”. Independientemente de que la gente se comporte de una
manera o de otra, me relacionaré con el mundo desde la traición, sospechando de
todo y de todos. Entonces, no importa cómo el mundo, cómo las personas se
comporten conmigo, siempre voy a encontrar una razón por la cual sentirme
traicionado.
Una persona podría decirme, “si no tienes donde
quedarte te puedes quedar en mi casa unos días”. Con una mente libre de miedo
ese escenario se ve como un acto bondadoso y amoroso. No obstante, cuando la
creencia de que el mundo puede traicionarme sigue vigente en la mente,
posiblemente el pensamiento que inmediatamente surgiría es, “¿qué se está
tramando esta persona? ¿Qué quiere de mí?” De la misma manera, una persona
podría dirigir palabras hacia mi, que con un tono de voz y un vocabulario
podrían ser percibidas como un insulto, como un ataque. Cuando la mente está
clara, simplemente se reconoce que esa persona esta experimentando miedo, y en
vez de percibir su ataque como algo personal, se observa muy claramente que lo
que esa persona está expresando es una petición de amor. Si de lo contrario, la
mente está identificada con sistema de pensamiento del miedo, sentiré la herida
de ese ataque, inclusive pueda que se lo devuelva.
Como se puede ver, el trabajo no se hace en el
mundo, se hace en la mente. Sólo que hay un factor, que por lo general se pasa
por alto, y es no entender cuál es el trabajo del qué estamos hablando, y cómo
se realiza ese trabajo. Aquí no se trata de intenta cambiar una creencia por
otra, y es ahí, donde el ego intenta llevar la mente para “resolver” el
problema. Este trabajo es para ponernos en contacto con esos sentimientos
profundos, escondidos en los cañones más oscuros de la mente, para que puedan
ser liberados.
Así que, vamos a explorar este tema compartiendo
cómo es que este trabajo me ha servido. Utilizando un ejemplo específico, una
vez le envíe un mensaje a una mujer con la que había un vínculo emocional muy
profundo. Al ella no responderme surgió un sentimiento muy profundo de traición
y abandono. Utilicé las palabras traición y abandono como una manera de
describir ese sentimiento. Pero sólo es un sentimiento escondido que aflora en
circunstancias como esa.
Como compartí anteriormente, no vamos a intentar
cambiar una creencia por otra que diga, “nadie puede abandonarme”, o, “merezco
ser amado…”, ni empezar a hacer afirmaciones como, “me siento bien conmigo
mismo”, o, “el mundo me quiere” y así sucesivamente. Creámoslo o no, todas esas
son diferentes maneras de evasión para no sentir esa herida profunda. Aquí lo
que hacemos ahora es entrar en esa herida, sentirla en su totalidad, soltando
cualquier historia que la gente quiera adherirle. Pues es así como las capas de
miedo se van soltando y lo que termina quedando es esa paz, es el amor
subyacente.
Hasta que no estemos listos para este trabajo,
generalmente buscaremos maneras de evitar sentir todo eso que aflora: como una
meditación guiada, mantener la mente distraída buscando algo que hacer, lo
cual, pueda que en ocasiones genere un “alivio” temporal, pero el sentimiento
escondido volverá a la superficie una y otra vez hasta que pueda ser ATENDIDO,
no rechazado, no ignorado ni “entendido”.
Este trabajo pasa por alto la mente intelectual y
nos lleva directamente al origen. Ese origen es donde se deshace el sistema de
pensamiento del ego, y es por esa razón que el ego no quiere que sientas, pues
no quiere ser visto de frente, ya que una vez visto de frente pierde todo su
“poder” y desaparece. Lo curioso del caso es, el ego no tiene ningún poder, se
alimenta de nuestro poder. En otras palabras, el ego “existe” porque somos
nosotros los que lo alimentamos dado que eso es lo que nos da un sentido de
identidad. Continuando, todas esas memorias escondidas que son expuestas a un
nivel sentido se van desintegrando ante la luz del amor. Y es así como el miedo
se va erradicando.
Volviendo al ejemplo que estaba compartiendo,
cuando ese sentir tan profundo y devastador tuvo lugar, en vez de permitir qué
las historia que la mente en un principio quería fabricar cuando ella no me
contestó, historias como “me siento ignorado”, “me siento abandonado”, “a esa
persona no le importo”, bla, bla, bla., tuviesen protagonismo en mi mente, se
estableció un punto de comprensión. Me encontré diciendo, “como todo esta
orquestado para beneficio del amor, el universo A PROPÓSITO orquestó que ella
no me contestara para poder ponerme en contacto con ese sentimiento profundo
que necesita ser sanado”.
Ahora, esa experiencia que tuvo lugar hizo perfecto
sentido. Porque fue simplemente la oportunidad que se me brindó para que ese
sentimiento pudiese ser expuesto y acogido, sentido, amado, en fin, perdonado.
Por eso es que se nos dice que nuestra única función es perdonar. Ahora solo
estoy muy atento a cualquier sentimiento que surge para despojarlo de
significado y permitir que el perdón haga su trabajo. Este trabajo, como dije
anteriormente, pasa por alto la mente intelectual, no requiere de
interpretaciones, no requiere de justificaciones, sólo permitir ser. Por eso es
que el Curso define el perdón de la siguiente manera: : "El perdón, en
cambio, es tranquilo y sosegado, y no hace nada. No ofende ningún aspecto de la
realidad ni busca tergiversarla para que adquiera apariencias que a él le
gusten. Simplemente observa, espera y no juzga. " W-pII.1.4:1-3
Y este trabajo da miedo. Da miedo porque deja a la
mente despojada de control, y la mente necesita “saber”. Es entrar en contacto
con la incertidumbre, algo que nunca se nos enseñó. Todo lo que hemos aprendido
es intentar entender, intentar controlar, todo para poder sentirnos “seguros”.
Este trabajo, su función es deshacer la identidad
“yo” con la que que me he creído es mi “realidad”. Eso genera mucho miedo
porque se experimenta como una forma de muerte. En otras palabras, si esa
identidad desapareciese, entonces, ¿quien soy yo?
Lo curioso del caso es, si estuviésemos dispuesto a
soltar ese sentido de identidad, lo que en realidad desaparecería es el miedo.
Pues el miedo sólo tiene lugar cuando se adhiere a un “yo”. Si no hay un “yo”,
no hay miedo. Lo que hay es simplemente experiencia. Pero, aunque se pueda
hablar de ello, la realidad es, se necesita una experiencia. Y según se van
deshaciendo las capas de miedo, todos esos sentimientos que afloran para ser
sanados, la experiencia que se va asentando es paz interior.
El personaje “yo” continúa “existiendo”. Sólo que,
al ser consciente de su esencia, no reacciona al mundo, no reacciona a las
sensaciones, y si en ocasiones reacciona dado algún residuo de su
condicionamiento pasado, lo pilla inmediatamente y responde. No se cree los
pensamientos, no se apega a nada, aun cuando en la superficie cualquiera diría
que está viviendo una vida “normal” como la del resto. Hace cosas cuando le
apetece, y deja de hacerlas cuando no. Interactúa con el mundo de la misma
manera que el resto. Lo único que cambia es su actitud. Que por eso Un curso de
Milagros me recuerda: "Hay una manera de vivir en el mundo que no es del
mundo, aunque parezca serlo. NO CAMBIAS DE APARIENCIA, aunque sí sonríes mucho
más a menudo. Tu frente se mantiene serena; tus ojos están tranquilos. Y
aquellos que caminan por el mundo con la misma actitud que tú reconocen en ti a
alguien semejante a ellos. No obstante, LOS QUE AÚN NO HAN PERCIBIDO EL CAMINO
también te reconocerán Y CREERÁN QUE ERES COMO ELLOS, tal como una vez lo
fuiste." W-pI.155.1:1-5
Por lo tanto, la única salida es a través de la
oscuridad. Sólo recordemos, la oscuridad no tiene ningún efecto sobre la luz.
Simplemente desaparece ante ella. Somos luz. Y No hay nada más. Lo único que
toca ahora es permitir que la luz que somos alumbre esa oscuridad fabricada,
esa oscuridad inventada, todo con lo que inocentemente nos hemos identificado.
No hay nada más que “hacer”. Todos se está haciendo. Lo único que se necesita
“hacer” es simplemente salirse del medio. ¿Cómo se sale uno del medio?
Recordando que nada significa nada, y desde ese espacio, Y SOLO DESDE ESE
ESPACIO de completa apertura y humildad, se permite que el amor sea el que
enseñe.
Con una mente transformada solo se puede percibir
un mundo transformado. Transformado, no en el sentido de que las cosas vayan de
una manera o de otra. Eso sigue siendo una identificación con un “yo”, con un
“mundo”. Transformado en el sentido de que se puede ver mas allá de las
imágenes lo que está detrás; amor, comprensión, el Santo Hijo de Dios INOCENTE
en todos y cada uno de sus diferentes disfraces.